CAPÍTULO II

4.

La presentación de los estatutos completos, con declaración de principios y programa de acción política así como toda la documentación necesaria que avalaría el nacimiento del partido político se presentaron con puntualidad de acuerdo a los calendarios institucionales correspondientes al primer semestre del año en curso, por lo que el Partido Renacer Mexicano (o por sus siglas “P.R.M.”) fue fundado poco más de un año después aprovechando las elecciones que habría durante ese periodo. Y tras obtener el registro del IFE por haber presentado una participación correspondiente a casi el 2% del padrón electoral es decir, de la población en edad para votar, de inmediato fue invadido por políticos oportunistas de otros partidos que quisieron sacar ventaja de la novatez de sus jóvenes dirigentes.

No obstante, Luis Enrique, a pesar de su juventud, se mostró inflexible desde el principio. Su actitud había cambiado radicalmente, al grado que  incluso quienes se graduaron con él, tan sólo dos años atrás, no lo reconocían, y quienes lo conocieron de joven, no podían creer que el chamaco revoltoso y altanero se hubiera convertido en un joven serio y de personalidad sombría, tal vez excesivamente rígida o flemática, sobre todo para alguien de su edad, pero todos habrían de aceptar que ahora una indiscutible aura de autoridad lo rodeaba. Además, se había convertido en  el presidente y fundador de un nuevo partido político. Por su parte, Francisco, que al mes de haber aceptado ser parte de su proyecto fue despedido de su trabajo al ser descubierto bajando información confidencial del servidor principal de la empresa, primero se mostró desconcertado, luego deprimido, pero al avanzar el proyecto, se fue motivando cada vez más hasta llegar al punto en que asumió la mayor parte de las responsabilidades en la creación del partido. Mientras Luis Enrique se la pasaba sosteniendo encuentros en varios Estados de la república y fortaleciendo relaciones publicas con diferentes sectores de la población (universidades,  empresas, asociaciones civiles, miembros de la prensa, etc), Francisco se encargaba de la parte interna, legal y operativa del nuevo partido aún en proyecto. La complicidad de ambos y el esfuerzo desmedido con que cada cual desempeñaba su labor, los condujo, con cada nuevo día, al fortalecimiento de una gran amistad que se estrechaba sin necesidad de palabras de afecto entre ellos. Eran una máquina perfectamente engrasada donde cada cual sabía que hacer y confiaba en que el otro estaría haciendo su parte de la mejor manera posible. En un principio, cuando las cosas comenzaron a tomar forma definida, Luis Enrique le presentó un par de compañeros que pensaba integrar al grupo. Se trataba Ana Esquivel y Laura Herrera, dos chicas pasantes de la carera de Ciencias de la Comunicación que destacaban  casi tanto por su belleza como por su aguda inteligencia, que les otorgaba una capacidad casi inmoral para agradar y convencer, a quien fuera, de la conveniencia de apoyar a los jóvenes entusiastas en sus proyectos. También le presentó a Roberto Flores, un joven profesor de Relaciones internacionales con experiencia política como asesor de un diputado y que había sido su maestro favorito, el único al que no interrumpía con argumentos impertinentes para demostrarle que era un mal educador, y que tras contactarlo y platicarle sus planes, logró convencerlo y aceptó ayudar y ser un consejero político de su nuevo partido. Francisco le presentó a su vez a Leonardo Pérez y Alberto Chávez, contador el primero y abogado, como él, el segundo, ambos antiguos compañeros de escuela y amigos de años. Todos ellos fueron recibidos con agrado por ambos amigos y participaron en todas y cada una de las actividades de creación del partido integrándose de forma espontánea y comprometida desde el comienzo y hasta el final, a grado tal, que cuando recibieron el registro, lo tomaron de la manera más normal del mundo, sin prestarle importancia al hecho de que, ésta vez, serían remunerados en sus esfuerzos, y de manera generosa, por seguir haciendo lo mismo a lo que ya estaban acostumbrados: trabajar. Y al recibir la registro continuaron corriendo de un lado al otro organizando, con ayuda de nuevos y jóvenes elementos, deseosos de hacer su servicio social en ese lugar, cuanto era necesario para el mejor y más óptimo funcionamiento del partido.

Al obtener el registro, se creó una asamblea nacional integrada por los contactos que habían logrado crear en las diferentes entidades federativas y donde Luis Enrique fungía como Presidente Nacional del PRM y Francisco como Secretario General. También se creó un Comité Ejecutivo Nacional (CEN) que englobaba a los representantes de los diferentes comités distribuidos en las entidades federativas para representar de forma nacional al partido, dirigido por los colaboradores más cercanos del grupo pero representado por Roberto Flores, el más grande y experimentado del equipo, y quién desde ése momento tomó protesta como Coordinador Nacional del CEN. De igual manera, se formalizó el órgano responsable de la administración de su patrimonio y recursos, que quedó a cargo de Leonardo Pérez bajo el cargo de Secretario Tesorero. Y Alberto Chávez, por ser un joven de indiscutible carisma, quedó como Jefe de la oficina de Comunicación del partido, encargándose así de toda la parte propagandística y de interlocución con los medios, órganos de gobierno y partidos políticos, por lo que se le veía por todos lados dando entrevistas y, cuando no tenía, convocaba a ellas para mantener siempre presente el nombre de su partido en los diferentes medios.

Poco después de la creación y ratificación del PRM, se dieron unas primeras elecciones para Diputados, y el PRM logró (a pesar de haber usado menos de la mitad de los recursos asignados para la difusión de su plataforma y de no haberse aliado con ningún otro partido como era lo usual), para sorpresa de muchos, un par de escaños en la cámara. Y así, Ana y Laura, que fueron las postuladas a ocupar dichos cargos, se convirtieron en las primeras diputadas representantes del PRM  ante el poder legislativo.

Durante los siguientes meses a la exitosa elección, Luis y Francisco fueron acosados por un sin fin de peticiones y propuestas por parte de una gran cantidad de los jóvenes que los apoyaron para llegar a constituirse como partido y que ahora pertenecían a diversos comités nacionales del PRM. En una primera instancia, ambos estuvieron siempre dispuestos a escuchar y rescatar lo mejor de sus propuestas a fin de llevarlas ante el pleno de la cámara de diputados a través de sus representantes, no obstante, la cantidad de demandas, la insensatez de algunas de ellas así, como la violenta forma en que se expresaban los voceros estudiantiles, les obligaron a dejar de asistir a esas reuniones y a delimitar tiempos y lugares específicos de participación. Roberto Flores, como Coordinador del CEN del partido, comenzó a encargarse de los asuntos internos y de dar cause y respuesta a los comentarios y demandas de los demás representantes de los Comités Estatales.

Con el financiamiento recibido por el gobierno, Luis Enrique ordenó la compra de un pequeño edificio de cinco pisos escondido entre las calles de una colonia céntrica, pero al mismo tiempo, alejada de las demás cedes políticas. El encargado de aquella operación había sido Leonardo Pérez, que desde su puesto de Secretario Tesorero del partido, hizo alarde de una habilidad financiera sobresaliente logrando hacerse de la propiedad para el partido por un precio casi insignificante, logrando un ahorro de casi el setenta por ciento del presupuesto total que tenía para todo un sexenio y que contemplaba el pago de rentas de oficinas. Aquella gran jugada les permitió aprovechar una parte del resto del capital en la remodelación del edificio, mismo que al cabo de unos meses lució como nuevo, tan elegante como funcional, y el resto se ingresó a un fondo especial del partido, intocable para todos, excepto para las firmas de Enrique y Francisco. Así mismo, se hicieron de una modesta flotilla de vehículos que, nuevamente, Leonardo obtuvo por casi la mitad de su valor en una subasta de vehículos confiscados por la Procuraduría General de la República (PGR). De este modo se ahorraron nuevamente la renta y conformaron un capital fijo de considerable valor.

Juntos conformaron un equipo joven y profesional. Su política era agresiva y se basaba en la búsqueda de una solución a los problemas de desigualdad entre los mexicanos, en donde destacaban cuatros grandes bloques de acción: Combate a la pobreza, educación, salud y seguridad.  En el fragor de la contienda electoral, no cesaron de criticar al gobierno panista por sus políticas fallidas de disminución en los niveles de criminalidad, sus deficiencias en el sistema de salud, que no era igualitario ni de la misma calidad en las diferentes regiones del país, y en la casi nula erradicación de la pobreza y la ignorancia en las comunidades más marginadas. Para lograr una fuerte penetración de sus ideas y lograr el voto, hicieron uso (como todos) de comerciales televisivos y de radio que a diferencia del resto, resultaron tan ingeniosos, que lograron causar suficiente revuelo entre la población como para obtener el apoyo necesario para consolidarse como una fuerza política respetable.

Pese a todo, Luis Enrique no deseaba estar bajo los reflectores de la crítica burda de la política nacional, prefería mantenerse al margen a pesar de ser el presidente fundador del partido, por lo que permitió que su amigo fuera su  interlocutor, ya que éste parecía sentirse muy cómodo entre legisladores y gente del medio. De ese modo, Francisco asumió desde el comienzo una posición de liderazgo que hacían pensar que era él quien dirigía los destinos del PRM, mientras el presidente se dedicaba a sostener sencillas, privadas y casi clandestinas reuniones con líderes de todo tipo. Sin embargo, conciente de esto, por algunos comentarios que escuchó, Francisco entró un día a la oficina de Luis para pedirle consejo y hacer algo para regresarle su dignidad de Presidente ante la familia política, pero recibió de éste sólo una sonrisa benévola y un par de palmaditas en la espalda que junto con unas palabras ausentes de toda molestia, dejaron ver para siempre la forma en que serían las cosas:

– Nadie mejor que tú para ser considerado, y con razón, como el líder de nuestro partido Pancho, no te preocupes por mi, yo prefiero estar siempre atrás, cuidando tus espaldas, apoyándote.

Así que mientras el partido crecía y se colocaba con mayor fuerza en posiciones estratégicas de la política, Luis Hernández se mantenía sigilosamente escondido, estudiando a sus adversarios políticos en sus diferentes maniobras de desprestigio, pero como aún eran demasiado pequeños, nadie parecía tener la menor preocupación por ellos. Él, decidido a no contaminarse de poder, realizó acciones destinadas a mantener su conciencia abierta y juvenil, por lo que continuó viviendo junto con sus padres todavía un año más en aquella unidad, hasta que le resultó impráctico y básicamente imposible sostener su presencia en aquél lugar que cada vez se llenaba más y más de vecinos pedinches e inconformes que lo buscaban a toda hora importunando a su padres para exigirle urgentemente iluminación, topes, asfaltado, jardinería, seguridad, menores costos de gas y luz, mayor sueldo etc., etc. Su sueldo, así como el del resto de sus colaboradores se lo había fijado relativamente bajo, pero con todo y su escrúpulo, tuvo que aceptar que era suficiente como para poder realizar un cambio sustantivo en su forma de vida, además, ya no tenía opción. Su ideología de humilde austeridad estaba comenzando a ser insostenible. Debía cambiarse. Sus padres, emocionados, aceptaron de inmediato mudarse a una casa de respetables dimensiones en una zona residencial no muy lujosa cercana, en las afueras de la ciudad. Él continuó viviendo con ellos todavía durante un tiempo más, pero paulatinamente, la dificultad de trasladarse cada día desde su casa a la oficina, le motivó a tomar la decisión de rentar un departamento cerca del edificio de su partido. Francisco, hizo lo propio y se mudó al mismo edificio, unos pisos más abajo.

El tiempo transcurrió implacable y un nuevo periodo de elecciones nacionales llegó alrededor de tres años después de haber participado con éxito en la primera contienda. Con treinta años de edad Luis Enrique seguía siendo un niño, pero ya no lo parecía. Su personalidad se había pulido en el arte de la aparente indiferencia ante la crítica, y su actitud siempre correcta y formal le ganó el respeto y admiración de quienes le conocían. Para la nueva disputa electoral, el PRM postuló candidatos para casi todos los puestos de gobierno nuevamente sin aliarse con nadie. El resultado fue mejor de lo esperado, ya que no solo conservaron su registro del partido recibiendo casi el 4% de los votos, sino que duplicaron sus escaños en la cámara de Diputados y obtuvieron su primera senaduría, misma que ostentaría con gran placer, durante 6 años, su amigo Francisco González Cermeño. También ganaron algunas alcaldías en diversos Estados de la República y en general lograron consolidar su fuerza política de manera importante.

Lamentablemente, durante aquellas elecciones, el Partido de la Izquierda Nacionalista, quien había ganado mucha popularidad gracias a una campaña de apoyo a la gente más pobre del país, decidió desconocer la victoria presidencial tras una cerrada elección que a penas señaló como vencedor al candidato del PAN por un margen de medio punto porcentual equivalente a menos de trescientos mil votos. Aquello era algo inédito en la historia de las elecciones en un país dominado de forma completamente antidemocrática durante más de setenta años por los integrantes del PRI, y que a penas en la elección pasada habían logrado desplazarlos del poder acabando así con una extraña dictadura (secuencial, de sucesiones permanentes) elevando al país al nivel de Estado “más o menos” democrático. Esa nueva elección estuvo a punto de echar por tierra los avances en materia de transparencia y “democracia” al lanzar la sospecha de que el PAN, actual partido en gobierno, más allá de su guerra sucia de desprestigio y manipulación de masas mediante la ilegal participación del Presidente y grupos de empresarios en la contienda, había maquinado un gigantesco fraude electoral. Los miembros del PIN, cuyo candidato era un hombre extremadamente popular gracias a su labia izquierdista e imagen de “hombre del pueblo”, pusieron el grito en el cielo al verse vencidos por apenas un puñado de votos e impugnaron las elecciones pese a las reiteradas afirmaciones anteriores de que confiaban en las instituciones y respetarían los resultados. Lo que ocurrió fue exactamente lo contrario y haciendo gala de un pensamiento irracional y frenético, destinado a tratar de salvaguardar sus intereses personales y de partido más allá de pensar en el daño que podían hacer a un país que a penas se recuperaba de casi un siglo de problemas sociales y económicos, se lanzaron a las calles secuestrando las avenidas más importantes de la ciudad capital y organizaron marchas y acciones de desobediencia civil que si bien es cierto fueron mayormente “pacíficas”, sembraron el encono y el descontento general entre la población además de que lograron establecer la “duda” en la legitimidad del nuevo gobierno. Intensos meses de conflicto después, el Tribunal Electoral del Instituto Federal Electoral (TRIFE), órgano rector del IFE, tras no encontrar evidencia suficiente para proceder con la impugnación a la que obligaba el PIN, dio por terminada la elección nombrando como presidente electo al candidato del PAN. La sombra del fraude electoral continuó sin embargo y se realizaron acciones de protesta destinadas a impedir que el nuevo Presidente de la Republica tomara protesta, y fue necesaria una operación bien orquestada de los elementos del Estado Mayor Presidencial (EMP) para permitir que se llevara a cabo al ceremonia de posesión que no obstante resultó todo un show y vergüenza para todos sus protagonistas, pero que dejó bien en claro que la dignidad presidencial no podría ni debía ser ultrajada o menospreciada. El PIN, tuvo entonces que desmarcarse sutilmente de su caudillo vociferante a fin de no perder fuerza en el Congreso de la Unión. El ex –candidato de su partido, sin embargo, se vio forzado por los aduladores a actuar de forma ya irracional autoproclamándose “presidente legítimo” de la nación y comenzó a realizar actos aparentemente “oficiales” con todo y su gabinete ficticio. Sin embargo, la personalidad iracunda y megalómana, ciertamente atractiva entre los sectores más ignorantes de la población que no tenía la capacidad de entender más allá de lo que su caudillo explicaba, terminó por transformarse en su peor enemigo, ya que incluso sus más fervientes admiradores, paradójicamente, algunos de ellos, personalidades muy importantes en el mundo de la cultura, comenzaron a dejarlo como a un loco, tras darse cuenta de que lo habían perdido para siempre…

Mientras tanto, Luis Enrique observaba. Sin poder asegurar que la elección había sido efectivamente “limpia”, comprendía sin embargo el peligro que habría corrido el país en manos de un hombre como el candidato del PIN a pesar de compartir con él casi todas sus ideas, y que tras la derrota, había dejado de lado la flema política, dejándose ver tal cual era, un hombre sin control, enloquecido por la ambición y el poder. Por el otro lado, estudió la actitud del partido vencedor y también tuvo sus dudas. La posición conciliadora y el continuo llamado al diálogo era un evidente y burdo intento por disuadir a la opinión pública sobre lo “buenos que eran” a fin de evitar que alguien cayera en la tentación de preguntarse nuevamente si aquella, había sido una elección justa o no. Luis Enrique comprendió además que la actitud amigable, casi servil del PRI y del PRD ante su, esa sí incuestionable derrota en los comicios, era desde luego la educada y “política” presentación de una enorme charola vacía que, esperaban, el partido ganador llenaría con todo tipo de dádivas y favorcitos en agradecimiento al apoyo recibido a la hora buena. Por ello, los miembros del PIN, al notar que su actitud intransigente podría restarles todo el poder político ganado durante las elecciones, se vieron forzados a ceder en los actos de resistencia, aunque conservaron una actitud “dura”, en el diálogo. En general se trataba de la común y ya del todos conocida “toma de agua para su molino”, donde cada uno de los partidos se cuidó muy bien de obtener una buena rebanada del jugoso pastel que era el aparato de gobierno. Los partidos chicos, entre los que estaba el PRM, quedaron obviamente fuera de éste festín electoral y tuvieron que conformarse con lo poco que habían obtenido de forma honesta en las urnas. Luis no se impacientaba. Conocer el movimiento era lo más importante para él, y toda aquella fiesta de excentricidades y desplazamientos estratégicos entre partidos le ayudó sobremanera a comprender los diferentes intereses a los que estaban supeditados los criterios políticos.  Los puestos de gobierno obtenidos en la más alta tribuna tanto de la cámara de senadores, como de diputados, le permitía además tener información de primera mano sobre todo lo que acontecía tras bambalinas en el intrincado escenario de la política. Así, gracias la pronta y confiable información de su incondicional amigo Francisco y sus diputados federales y locales, pudo darse cuenta hasta que grado el discurso político, saturado de las ideologías que cada partido sostenía como bandera de su participación en el gobierno, y que los confrontaba de manera a veces violenta contra otros legisladores igualmente comprometidos con su propia y distinta ideología, eran una vil fachada que terminaba en suntuosas cenas entre camaradas donde sobraban los abrazos y las grandes risotadas. Aquello era algo verdaderamente impresionante. Uno de los tres poderes, el Legislativo, encargado de crear leyes que derivasen en mejoras significativas a la dignidad del pueblo, estaba en manos de individuos, la mayor de las veces: incultos o incapaces, que dejaban el verdadero trabajo de las iniciativas a asesores y gente educada que pasaba horas dándole salida a sus obligaciones, mientras ellos se la pasaban de reunión en reunión, de restaurante en restaurante y de fiesta en fiesta, haciendo gala de una ostentación obscena de su cargo y del mucho dinero que el Estado Mexicano les pagaba para premiarles el no hacer nada.

Con la obtención de nuevos escaños y una participación en la votación general más numerosa. El PRM, fue acreedor a un monto mucho mayor de recursos, mismos que Luis y Francisco recibieron con asombro y una seria incomodidad.

– Es mucho… ¿no? – se lamentó sinceramente Francisco.

– Demasiado… – Confirmó Luis, preocupado.

– Según Leonardo, si seguimos con el presupuesto que tenemos, los sueldos y acciones de promoción y difusión de nuestra acción política, nos va a sobrar como el setenta por ciento de esa lana… Pero si queremos crecer y llegar a más estados, las contrataciones de personal y rentas, viáticos etc., nos absorberían una poco, pero todavía nos quedaría como la mitad.

– Mmmmm…

– Lo malo hermano, recuerda, es que esa lana nos la quitan… Si no la usamos, regresa a las arcas o nos dan menos la próxima vez, ya sabes, por honestos. Todos los demás partidos se devoran su presupuesto, ya sabes en qué… viajecitos, regalitos, comiditas, eventitos, autos y putitas, etc., y a veces dejan algo para que vean que buenas gentes son.

– Por eso te llamé, tenemos que pensar en algo Pancho, porque ese dinero debe ser potencializado, si no lo usamos, se lo darán a alguien más que lo usará como dices. Hay que ser más inteligentes que eso.

– Sí, ya había pensado en algo. Podríamos subirnos los salarios todos para homologarlos a los de otros partidos, pero cuidando que una gran parte de ese aumento se vaya a un fideicomiso particular a fin de tener dinero disponible por si las dudas… Además podríamos hacer lo típico, que todos los que obtuvieron un cargo por nuestro conducto, se mochen con una lana…

– Eso suena bien, pero ¿cómo se haría esa deducción sin que cause problemas el quitarles dinero de un aumento autorizado?

– Eso déjamelo a mí, entre Leonardo, Roberto y yo, nos encargamos.

– Perfecto, pero no creo que sea suficiente. Estuve pensando en crear un par de empresas que nos trabaje a nosotros para poder sacar el dinero.

– Muy bien, ¿en qué estás pensando?

– Nosotros imprimíos mucha propaganda… y usamos demasiada papelería, así que podemos crear algo relacionado, y que nos surta.

– Me parece bien, pondré también manos a la obra… ¿A nombre de quién pongo la empresa?

– Invéntate algunos nombres, no vayamos a ser víctimas de las suspicacias públicas, y ya sabes, ten mucho cuidado.

– Lo tendré hermano, pierde cuidado. ¿Me necesitas para algo más?

– No pancho, es todo.

Momentos después de que Francisco se despidió, lo vio desde su ventana subirse a su enorme camioneta negra e impecable y arrancar con rumbo a la Cámara, seguido de cerca por el auto sedán de sus guardaespaldas. Aquella imagen le obligó a sonreír para sus adentros. ¿Cuánto tiempo le había tomado convertirse justamente en el tipo de personas que antes odiaba? Regresó a su escritorio, y antes de sentarse en su sillón de piel café, observó el interminable movimiento de personas al otro lado de los ventanales que sustituían dos de las paredes interiores de su oficina. Aquello era un hervidero de mensajeros, secretarias, y asesores  buscando “algo”, llamando a “alguien”, pero a fin de hacer “¿qué?”. ¿Sostener el partido y sus privilegios? ¿Seguir la corriente de lo que supuestamente era una agrupación política con ideales claros? Luis se sentó en su sillón y abrió su computadora suspirando tranquilo. Sólo él sabía que aquello que había creado era sólo una herramienta, una fachada, una forma de integrarse al equipo para estar en la jugada. Los fines que él secretamente perseguía no podrían ser alcanzados desde la seguridad de un partido político y unas cuantas posiciones de gobierno, y lo sabía. Su sueño, requeriría mucho más, incluso algunos sacrificios y acciones que podrían ser consideradas como comunes entre la mafia política, pero su conciencia estaba tranquila y, por lo pronto, seguiría jugando en el papel que le correspondía hasta que llegara el tiempo de actuar.

…continúa en Capítulo 2-5