Se despertó creyendo que aquél sería un día como cualquier otro. Se aseó, cambió sus ropas, desayunó someramente y salió de su departamento justo como siempre, tarde, casi a medio día.
Luis, era un joven modesto y decidido que había arriesgado todo en busca de un sueño; sueño que, como siempre, tras haberlo realizado, no supo reconocerlo como el suyo original. Sin embargo, joven e impetuoso como era, alegre ante la derrota y sobrio en la victoria, Luis continuó adelante por sobre los obstáculos de aquella extraña y difícil (a veces monótona) vida lejos de su hogar.
Pero ese día, las cosas cambiarían…
<< Al entrar fue recibido por su colega casi a gritos.
— ¡Está despertando!— le dijo Jorge Rivera.
— Ya ha estado despierto…— objetó molesto Alberto Escobar, Director en Jefe del laboratorio científico.
— No me refiero a signos físicos. Está despertando su mente, su alma.
—¿Cómo?— Se sorprendió Escobar.
— ¡Sí, mira!
Los dos científicos se pusieron frente a la pantalla de cristal líquido. Jorge le mostraba las débiles pero evidentes fluctuaciones en los gráficos. Escobar las miraba incrédulo.
— Increíble… —Exclamó Escobar—. ¿Y qué reacciones físicas se han observado en el sujeto?
—Ha realizado ligeros movimientos oculares y se han presentado espasmos musculares esporádicos esta mañana.
— Excelente, tal vez éste sea el día.
— Si nace hoy – aventuró Jorge—, habrá que enseñarle todo, y ya está bastante grandecito, eso puede ser una dificultad.
— ¡Vamos!, ambos decidimos que la edad debía ser lo suficientemente madura como para que el organismo pudiera soportar físicamente el procedimiento.
— Cierto, al principio todos morían en sólo unos días o un par de semanas; pero aunque algunos han sobrevivido varios años, nunca habían despertado realmente a la “vida”.
— Hasta hoy… – dijo Escobar, satisfecho.
— Aún no cantes victoria, Alberto.
— No lo hago, pero las lecturas no mienten, algo está pasando. ¿Alguien más ha visto estos resultados? ¿Algún colaborador?
— No, pero sería prudente informar este progreso. Ya sabes como están urgidos de resultados los “Ejecutivos”.
— Si, pero tienes razón, hay que esperar. Nos guardaremos esto un rato; no sabemos qué puede pasar.
Ambos se quedaron en silencio contemplando los datos en el monitor. Escobar y Rivera, eran científicos prominentes dentro del círculo de innovadores en el área de ingeniería genética a nivel mundial, y llevaban trabajando en el proyecto “RÉPLICA” desde hacía ya más de diez años.
Los dos habían sido los constructores de varias teorías revolucionarias, y con el apoyo económico de grandes corporaciones, habían logrado echar a andar el visionario proyecto bajo el más riguroso de los secretos debido a que la sociedad (decía la comunidad científica internacional), aún no estaba preparada para asimilar lo que hacían, por tanto, se debía reprimir cualquier intento por desafiar a Dios. “El hombre no debe alterar la naturaleza más de lo que ya lo ha hecho”, decían algunos políticos; “Y jugar con la genética humana seguro terminará por llevarnos al caos”, secundaban unos cuantos hombres “cultos”. Sin embargo, Jorge y Alberto eran de la opinión de que esas, eran opiniones idiotas producto de pensamientos retrógradas nacidos de la ignorancia que privaba sobre el uso de la Ciencia. Por ello, al igual que los científicos escoceses Vilmut y Campbell (1), siempre visionarios, siempre inquietos y tenaces, decidieron, a costa de toda la opinión pública, realizar sus propias investigaciones y experimentos alejados del contexto gubernamental y legal.
Pero a pesar de todos los esfuerzos, reproducir individuos biológicamente idénticos al sujeto adulto que proporcionaba el patrimonio genético nuclear, había sido su único éxito. La correspondencia genética con el donante había convertido al nuevo individuo en réplica somática o copia exacta del donante. Y aunque, además, habían logrado sustituir la fecundación natural, gracias a la fusión de un núcleo tomado de células somáticas (2) del individuo, para reproducirlo dentro de un ambiente artificial, el ser resultante carecía (y odiaban aceptarlo) de aquella chispa que llaman “espíritu” y que procura realmente la vida.>>
Abrió la puerta de su local ante las miradas de reproche de algunas personas que esperaban su arribo desde hacía ya 30 o 40 minutos. Sin darse por aludido encendió las luces y el servidor que controlaba la totalidad de las computadoras que abarrotaban el lugar.
Sonriendo conciliadoramente, distribuyó las máquinas entre los presentes y se dispuso él mismo a perder unas cuantas horas absorbido por el juego de golf que había instalado la tarde anterior.
Hacia la cuarta hora, y aún sobre el infortunado hoyo 17, Luis, con los ojos vidriosos e inyectados de sangre, aún pretendía terminar el juego por debajo de su antigua puntuación. No lo logró, pero terminó satisfecho, aunque con una ligera molestia en los ojos y en la parte posterior de la cabeza. Apagó el equipo, y cuando se giró para a levantarse, una súbita sensación anómala le obligó a volverse. <<No apagué bien el juego>> se había dicho a sí mismo al sentir aquello.
<< — ¡Está reaccionando! – gritó Jorge Rivera —. ¿Lo ves? ahora es más dramático.
Alberto Escobar, corrió al cristal que dividía el área de control de las tinas criogénicas, donde permanecían varios de los organismos sobrevivientes al proceso de clonación y en efecto, el ser parecía estar adquiriendo sentido. Su felicidad casi se desborda.
Durante años él había escuchado, a manera de reproche y desafío, que el alma o espíritu, constituía la esencia de cada ser humano, y que al ser creada directamente por Dios, no podía ser otorgada ni por los padres ni engendrada por la fecundación artificial, pero sobre todo, que era imposible de ser clonada por ningún científico. Ahora, su victoria era total y sonreía con lujuria.
El ser se retorcía en bruscos espasmos y comenzó a abrir la boca y los ojos de forma grotesca.
— ¡El pulso se desestabiliza! ¡Está buscando aire!
— ¡Sácalo de ahí!— Gritó Escobar
De inmediato, Jorge activó el interruptor que iniciaba el proceso de vaciado de la tina. El turbio líquido comenzó un rápido descenso, y en un par de segundos, el cuerpo del organismo quedó recostado sobre los remanentes del espeso fluido que antes le había mantenido con vida.
El organismo se hizo daño durante los primeros minutos en que intentó desesperadamente adaptarse a respirar el aire especial con que se ventilaba la cámara. Luego se calmó, y miró impaciente a su alrededor, como queriendo reconocer el lugar dónde súbitamente había caído.>>
<<… ¿Pero cómo es eso? ¡Claro que está apagado!>> Se afirmó con el pensamiento tras haber echado una larga mirada al monitor sin imagen.
Desconcertado, se levantó de nuevo, y continuó con sus deberes embargado por una angustiosa sensación de incomodidad y pérdida que era incapaz de explicar.
Durante el día, un incontenible nerviosismo invadió su cuerpo y su mente. Muchas fueron las palabras que se le dijeron, pero sólo unas cuantas logró escuchar, y de ellas, la mitad pudo entender. Se sintió enfermo y desorientado, por lo que, en un afán de justificar lo que le sucedía, resolvió que debía comer algo.
<< Tal vez me falta alimento…, sí eso ha de ser>> pensó, y de inmediato encargó su negocio a un compañero para dirigirse a un restaurante.
<< — ¡Está intentando moverse otra vez! – dijo Escobar al observar ligeros temblores en las piernas del ser. Su colega acudió enseguida.
— Es como si… quisiera caminar— agregó Jorge.
— Su rostro no luce ya aterrado, como al principio, parece simplemente… preocupado.
— Es muy raro, pero es un hecho, está realmente vivo.>>
Al llegar al restaurante creyó que se sentiría mejor, sin embargo, fue durante aquella comida que sus temores se concretaron.
Puso atención en que le parecían excesivamente lentos, torpes e indecisos todos sus movimientos. Era como si estuviera viéndose y haciendo las cosas desde fuera, como si se hubiera separado de su cuerpo.
Al tomar los cubiertos fue necesario que sus ojos echaran un vistazo a su mano para darse cuenta de que en realidad los había tomado.
— ¡Diablos!, creí que la había agarrado mal… – se dijo, pero inmediatamente se reprimió—. << ¿Mal? >>. <<¿Cómo que mal?>> pensó en el absurdo de la confusión. << ¿Cómo se agarra mal una vil cuchara?>>.
Pero lo mismo comenzaba a ocurrirle con cada nuevo objeto que decidía tomar y con cada movimiento que se disponía realizar.
<<Creo que definitivamente ya me estoy volviendo loco>>. Reflexionó apesadumbrado.
Un par de pensamientos saturaron su razón en busca de una explicación cualquiera, pero únicamente lograron aumentar su frustración.
Su corazón comenzó a latir con fuerza. Estaba espantado, aquella nerviosidad absurda, esa sensación desesperante de estar haciendo todo mal, comenzaba a hacer mella en su ánimo.
<<— Sus funciones gástricas se han puesto en funcionamiento –dijo Jorge.
— ¡Es imposible! Debe haber algún error, tal vez pasa por alguna crisis fisiológica – se alarmó Escobar.
— No, las lecturas indican una disminución en el flujo sanguíneo debido a una concentración en el área del estómago… un momento… ¡Su corazón se acelera!>>
Preocupado, decidió llamar a su casa por el temor de estar percibiendo, tal vez, la pérdida o el dolor de algún ser querido, allá, en la lejanía de su verdadero hogar.
Pero nada había ocurrido en su casa.
<<Seguro estoy enfermo de algo>> pensó con tristeza.
Lentamente reinició el camino de regreso a su local. Pero de pronto, observó con asombro que su mano derecha se movía de forma incontenible de arriba abajo, al tiempo que chasqueaba los dedos de forma ruidosa.
<<— Mira, su mano está temblando – indicó Jorge.
— Se va a lastimar…, adminístrale un sedante.
— No, podríamos perderlo. No sabemos si el organismo es lo suficientemente fuerte para resistirlo.>>
<<¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Cuánto tiempo llevo haciéndolo?>> Su incertidumbre aumentaba a cada minuto y amenazaba con la realidad de un posible locura.
Quiso encender un cigarrillo, pero una sospecha lo detuvo <<No, tal vez sea el cigarrillo>>.
Al llegar a su negocio se dispuso a relajarse bebiendo un café, pero nuevamente titubeó <<No, mejor no, tal vez sea el café>>.
Así permaneció toda la tarde, con la incertidumbre y el nerviosismo inexplicable invadiendo todo su cuerpo, y la sensación de torpeza en todos sus movimientos nublando su mente.
Al finalizar la jornada, temeroso ya de su repentino malestar, apagó todo y cerró el local con la lentitud propia de quien carece por completo de la seguridad de haber realizado los actos que pensó haber hecho, incluso al momento estarlos haciendo.
El camino a casa fue tortuoso. Sus pies le eran ajenos y no descartaba lo posibilidad de tropezar en cualquier momento a causa incluso del aire. Sus manos, continuaban en desenfrenado movimiento, ajenas por completo a su voluntad. Se sentía un loco y sabía que se veía estúpido, pues más allá de la preocupación, en alguna parte muy profunda de su interior, él estaba observándose crítico, ajeno y casi, casi divertido.
<<Ya está, es oficial, he perdido el control… ya estoy loco>> Pensó fatalista.
<<— Te digo que se va a lastimar— comentó Escobar sobándose la barba con ansiedad.
— Si, parece que no puede controlarse por sí mismo.
— Aplica el suero tranquilizante, pero baja la dosis.
— Está bien>>.
Ya en casa, Luis se sintió más tranquilo y comenzó a jugar con su nuevo estado de conciencia aparentemente separada de su cuerpo. Tomaba las cosas mirándolas, pero al desviar los ojos, perdía toda certeza de haberlas tomado. Y no era exactamente que su cuerpo no sintiera el objeto que tocaba, sino que, más bien, su cerebro parecía retardar la información adquirida por su cuerpo, y en el proceso, la confundía o simplemente la perdía.
Casi una hora estuvo divirtiéndose, experimentando con su peculiar estado, pero después, un pesado sueño comenzó a invadir incluso su precaria cordura.
Se acostó y pensó que, probablemente, al día siguiente aquella molesta sensación habría desaparecido, pero en caso de continuar, se vería en la nada grata necesidad de ir a ver a un médico.
<<— Al fin se durmió – dijo escobar en un suspiro.
— Tardó debido a la poca potencia de la dosis.
— Pero fue mejor… Dormirá por horas.
— Sí, vayamos a descansar también, ha sido un largo día.>>
Cuando despertó a la mañana siguiente, el recuerdo repentino de lo acontecido el día de anterior le alertó. Se quedó inmóvil en la cama mirando al techo en busca de algún síntoma que le indicara que aún poseía el malestar.
Nada pareció estar mal durante los minutos que dejó pasar, por lo que decidió no esperar más y se levantó de inmediato lanzando las cobijas hacia un costado al tiempo que, girando sobre sí, daba un pequeño salto para quedar de pie, fuera de la cama.
<<¡Ah! fue un movimiento perfecto>> pensó entusiasmado; pero rápidamente reflexionó:
<< ¿Perfecto? ¿Cómo que perfecto? >>.
La pregunta que se hacía le pareció divertida, pero en realidad, sentía que aquella acción (la de levantarse de la cama), la había realizado con singular exquisitez, y su mente le decía, sin jactancia, que resultaría imposible tratar de repetir o mejorar dicho movimiento.
Sonrió ante lo absurdo de aquellos pensamientos que ahora sentía claros y desconcertantemente objetivos y precisos. Caminó hacia la cocina y pudo percibir la inmejorable habilidad y ligereza de sus pasos.
<<Los científicos, que habían pasado la noche prácticamente en vela, acudieron de inmediato al escuchar los sonidos electrónicos que alertaban sobre cambios en la condición de los organismos.
Ambos miraron estupefactos durante un par de minutos al ser detrás del cristal. Estaba acostado y parecía estar plácidamente dormido.
— Creo que está soñando — osó decir Jorge Rivera.
— No creo, verifica— ordenó Escobar.
Jorge fue y regresó de inmediato con los datos impresos. Eran irrefutables, estaba soñando.
— Vaya, ¿qué estará soñando? ¿Qué imágenes puede proyectar un ser que no ha vivido, que no conoce nada?
— Deja eso – repuso Jorge —, parece que lo está disfrutando. Mira sus facciones.
— Es verdad – afirmó Escobar mientras leía los extensos datos que daban santo y seña de las condiciones del clon. De pronto, dijo con un poco de sorpresa e incredulidad:
— ¿Ya viste los análisis cerebrales?
— ¡Guau! Son altísimos. Hipotéticamente está usando más del treinta por ciento de su capacidad metal.>>
— ¡Guau! – exclamó Luis, fascinado por la grata sensación de salud y lucidez que recorría su cuerpo.
Cada cosa que tomaba, cada nuevo movimiento, era realizado sin vacilación, y su mente, al instante catalogaba cada uno de ellos como exacto, perfecto, prodigioso.
Posteriormente salió de su apartamento, y antes de ir a su local, se dirigió a la oficina de algunos posibles clientes.
Caminó por las calles sintiéndose renovado, contento, ágil, casi omnipotente. Subió y bajó del transporte público en lo que él interpretó como actos de absoluta sincronía y belleza; y aprovechó aquella extraña sensación de libertad que despejaba su mente para resolver pendientes e idear soluciones a problemas actuales.
Al llegar, habló con los clientes sobre todas las bondades e infinitas ventajas que podrían proporcionar sus servicios como técnico en computación a la empresa en caso de ser contratado, y lo hizo con el convencimiento pleno de estar hablado no sólo con una profunda seguridad, sino que sentía que cada una de las palabras que pronunciaba, eran sin lugar a dudas, las más adecuadas en ese momento. Las observaciones y preguntas de los clientes, eran asimiladas con incomparable rapidez; su mente procesaba al momento la información y hallaba la mejor de todas las respuestas posibles, casi antes de que le terminaran de preguntar.
Salió del lugar más que satisfecho. Una amplia sonrisa iluminó su rostro al pensar lo fácil que había sido convencer a los clientes; casi sintió lástima por ellos. Los manejó a su antojo y los convenció de hacer hasta lo que no querían.
<<Estuve perfecto>> se felicitó.
Durante el camino de regreso, convencido ya de su superioridad, pensó que tal vez ese día no habría problema que no pudiera resolver ni cosa que no fuera capaz de realizar. En su mente, los recuerdos de cosas que ni sabía que conocía, estaban ahora al alcance de su mano. Las ideas fluían como cascada sobre su conciencia y eran recibidas y ordenadas con gran facilidad; hasta las operaciones matemáticas más complicadas eran un juego de niños para él.
<<— ¿Qué estará ocurriendo?— cuestionó Escobar.
— Mhhh… No lo sé. Pero lleva ya muchas horas en ese estado.
Los dos científicos habían permanecido toda la mañana y toda la tarde observando el extraño comportamiento neuronal del ser que aún parecía dormir.>>
En dirección a su negocio, recorrió las calles de aquella pequeña ciudad de provincia casi dando saltitos de alegría a causa de la sensación de bienestar y superioridad que le embargaba. Miraba como desde una posición muy elevada las actividades de las personas a su alrededor. Todo tenía sentido, todo encajaba, pero todo era imperfecto cuando él se tomaba un segundo para analizar su entorno. A todo le encontraba un error que él fácilmente podía corregir, y lo hacía en su mente para quedar satisfecho y no quedarse con el pendiente.
Cuando las personas caminaban junto a él, las miraba con jocosa prepotencia. <<¡Ah!, si supieran que están caminando al lado de un ser superior. Casi un Dios…>> pensaba la tiempo que permitía escapar de sus labios unas cuantas risitas burlonas.
Al llegar a su local, su ánimo no podía ser mejor. Dispuso todo como de costumbre, y se preparó para romper todos y cada uno de los records pendientes de sus juegos. <<Hoy soy invencible, ja, ja ja>> pensaba divertido.
Y en efecto lo era, pues su habilidad parecía haberse incrementado de forma considerable. Pero de pronto, dentro de su mente las imágenes de su entorno le parecieron desconocidas; pero más le sorprendió cuando se oyó preguntarse:
— ¿Qué hago aquí?
<<¿Cómo que qué hago aquí? >> se preguntó molesto dentro de sus pensamientos. << Estoy jugando…, aquí trabajo >> afirmó desconcertado.
<<— ¡Ya despierta!
— Quiero un informe total de lecturas— ordenó Escobar.
— Todo está en orden– informó Jorge. Signos vitales, estables, función cerebral…, aún alta.
— ¡Lo hemos logrado Jorge! – dijo el científico casi al borde del llanto.
— Eso parece.
El ser había despertado y nuevamente buscaba con los ojos algo que le fuera vagamente familiar. Su cabeza se movió un poco, pues sus músculos, aunque estimulados artificialmente, no estaban acostumbrados ni ejercitados como era debido.
— ¿Qué… hago… aquí? – dijo de repente el ser con voz ronca y entrecortada.
Los científicos se quedaron paralizados. Jorge sintió un escalofrío tal, que casi se desmaya. Alberto Escobar dejó de respirar unos segundos, y en su cabeza, la incertidumbre se apoderaba de él. No sabía si había escuchado hablar al organismo, o simplemente había alucinado que lo hizo.
Ambos se miraron, y reconocieron en los ojos del otro la confusión y la certeza del hecho. Avanzaron al cristal y observaron al ser.
— Habló…
— Pero es imposible. ¿Cómo diablos pudo haber hablado si no sabe hablar? ¡Nunca ha hablado! – Se impacientó Jorge.
— Yo lo oí.
— Si, yo también, pero debe haber una explicación lógica…>>
Luis dejó por un momento el juego. De repente había olvidado por qué jugaba, y al paso de los segundos, comenzó también a olvidar lo que hacía en aquel lugar.
Miró de un lado a otro intentando reconocer algo que le fuera vagamente familiar, pero al poco rato, comenzó a olvidar qué era lo que buscaba entorno a él, por lo que se desentendió por completo de su realidad.
Un frío intenso comenzó a sacudir su cuerpo. A su cerebro acudían sensaciones de humedad, pesadez y dolor desde cada rincón de su cuerpo.
—¿Qué me pasa? alcanzó a escucharse decir.
<<— ¿Qué… me… pasa? — balbuceo el ser.
— ¿Escuchaste?— preguntó Escobar horrorizado.
— Está tiritando.
— Sube la temperatura de la cámara.
— ¿Dónde estoy? – Preguntó el ser con voz descompuesta mientras movía ligeramente el cuello de un lado a otro.
Los científicos se quedaron seguían mudos. Fue Alberto Estrada quien atinó a responder:
— Es… un laboratorio – murmuró al micrófono que traducía su voz al interior del cuarto de clonación.>>
<<¿Esto es un laboratorio?>> se preguntó de pronto Luis, desconcertado por no saber reconocer si el lugar donde se encontraba era, o solo se llamaba “laboratorio”; sin embargo, esa palabra daba vueltas en su mente como si alguien le hubiera susurrado al oído lo que había olvidado que pensaba.
Observó de un lado a otro su espacio, las máquinas sobre las mesas, las impresoras y todo el equipo que conformaban su negocio; miró a las personas sentadas frente a los monitores realizando movimientos confusos y desconocidos; y cuando uno de ellos se le acercó para pedirle algo, escuchó que una voz, diferente, pero que sintió suya, le respondió con amabilidad algo que no supo comprender del todo, pero que dejó muy satisfecho al cliente, pues éste regresó a su asiento con una sonrisa. Sin recordar lo que era un “cliente”, ni mucho menos una sonrisa, y sin conocer o haber visto antes el lugar en que se encontraba, nada le parecía aterrador, sino que por el contrario, algo le indicaba que estaba en el lugar correcto, haciendo lo que debía hacer aunque abrigara la convicción de nunca antes haberlo hecho.
De pronto, vio como su perspectiva cambiaba moviéndose en dirección a un artefacto de apariencia voluminosa y brillante. Miró con extrañeza a su mano levantarse en seguros movimientos y tomar un extraño objeto que levantó hasta colocarlo bajo el deforme aparato. Pero lo que le causó mayor sorpresa, fue ver cómo su mano aproximaba el objeto hacia sí, hasta desaparecer bajo su campo visual. Repentinamente, sintió que algo le quemaba por dentro.
<<— ¿Qué hace? ¿Por qué hace muecas?
— No lo se – aceptó Estrada.
— Mira su mano, se mueve… – indicó Jorge.
— Si, es como si tratase de asir algo.
En efecto, el organismo realizaba movimientos aparentemente desordenados, pero de nuevo, su voz hizo que se les helara la sangre:
— No… sabe… bueno… ¿Y la cafetería? ¿Dónde… está? – preguntó dando evidentes señales de turbación. ¿Será esa? ¿Por qué… no la… reconozco?
— ¿Dijo cafetería?— preguntó tímidamente Jorge.
— Eso escuché también…— apuntó Estrada sin poder ocultar su asombro?
— Dice que no la reconoce… ¿a qué se referirá? – preguntó Jorge.
— Ni idea, esto va más allá de mis teorías. Se supone que ni siquiera debería saber hablar… Debería ser como un niño recién nacido que grita por alimento o frío…, pero ahora está buscando su… ¿“cafetería”?
— Algo anda mal, muy mal… Es como si hubiera estado siempre vivo, y de pronto, despertara de un sueño.
— ¿A qué se deberá?
— Esta no es… A caray, ¿dónde estoy?— preguntó el organismo mirando directo a los científicos a través del cristal. Ellos perdieron el aliento y sus cuerpos se estremecieron de terror.>>
<<¿Ya había estado aquí?>> se preguntaba Luis confundido.
<< ¡Claro que si! , éste es mi local>>.
<<¿Mi local?>>.
<<¿Cuál local?, ¿qué es un local?>>.
<<Me dijeron…, ¿Laboratorio?>>.
<<Porqué siento tanta humedad y frío>>.
<<Creo que ahora si ya me volví loco>>.
<< Sé que estoy en mi local pero no lo reconozco>>.
<<Es como si nunca hubiera estado aquí. Es más, nunca había estado aquí… ¿o si?>>.
<<Pero, ¿cómo se qué es aquí?, aquí podría ser cualquier lado… Aunque después de todo, nunca había estado en un lugar antes>>.
<< ¿Qué tonterías estoy pensando…?>>
<<Sin embargo… sé que es aquí donde debo estar>>. Los pensamientos fluían uno tras otro incrementando la confusión de su cabeza.
<<¿Qué es ese sonido?>>
<<— ¡Este aparato se ha vuelto loco…!
— ¡Apágalo! – gritó Estrada.
— De nueva cuenta se desestabiliza su ritmo cardiaco.
— ¿Por qué estoy aquí? – Volvió a murmurar el ser — ¿Dónde está mi local?… ¿Cómo llegué aquí?…¿Cómo era mi local?… ¡Ah ya veo…!, pero ¿Quiénes son ustedes?…Oye tú, deja eso… esa no se renta … ¿Necesitas …>>
— …una?, ven… — Luis se había acercado a un cliente y le ofrecía una máquina al lado de la suya. Las palabras que había pronunciado le parecieron certeras pero lejanas, como si las hubiera dicho él, pero en otro tiempo, en otro momento, en otra vida.
<< Es por tanto café de seguro>>
<< ¿Qué es “el café”?>>
<<Aún hace frío>>
<<Ah, café, claro>>
— ¿Qué hacen ahí? Son ustedes ¿verdad?>> preguntó Luis en voz alta a las figuras que veía tras el cristal, y al hacerlo, varios clientes voltearon en la dirección de su mirada para ver a quién se dirigía, pero no había nadie tras el cristal, a excepción de la gente que caminaba con normalidad por la banqueta.
—¿Qué han hecho? – Gritó enfurecido desde el fondo de su ser al tiempo que escuchaba el eco de una voz que sí era la suya, pero en otro lugar.
<<— ¿Qué dijo?— preguntó Jorge en le colmo del asombro.
— ¡Su ritmo cardiaco, Jorge!, ¡Su ritmo!… – apresuró Estada
— Si, si, es alto y continua en aumento…, pero ¿escuchaste?
— Si, algo está mal, muy mal. Su código genético ha de haber conservado información de la vida del “sujeto muestra”.
— ¡Se va a morir! – informó Jorge.
— ¡No lo permitas! Es nuestro pase a la inmortalidad. Si sobrevive a esta crisis habremos ganado… habremos creado vida.
— No sobrevivirá…
— ¡Haz algo! – gritó desconcertado Alberto Estrada al ver cómo el organismo entraba en shock.>>
Luis, se sintió enfermo. Caminó lentamente hasta el asiento de su computadora y apoyando los codos en el teclado se cubrió la cabeza con las manos. El vértigo y el desequilibrio invadían su cuerpo. La certeza de estar muriendo acudió a él en forma de intensos dolores, que aunque sabía ajenos, le afectaban tanto como si le pertenecieran. Sintió la boca seca y el estómago revuelto. Su corazón latía rápida y dolorosamente. El vacío se apoderaba de su alma, de su razón. Una parte de él sucumbía, sumiendo en las sombras un pedazo de su vida.
Pero todavía lúcido, pudo ver a su compañero acercándose a él. Le había tomado y ahora sentía que su cuerpo se movía sin su voluntad.
<<—¿A dónde… me llevas? – preguntó el ser, entre jadeos.
— ¡Haz algo! ¡Se nos va! — Gritaba desesperado Estrada.
— Hago lo que puedo… pero no responde.
— Ah, gracias – dijo el ser cerrando los ojos.
— ¡No! ¡Despierta! – gritó Estrada perdiendo la compostura mientras golpeaba con desenfreno el cristal que le separaba de su creación.
En la mente del ser, pensamientos de seguridad tranquilizaban su ánimo. El calor cercano y la confianza en aquél que le llevaba, eran suficientes para permitirle descansar a sabiendas de que todo estaría bien.
En un último esfuerzo, el organismo clonado abrió levemente los ojos para observar a los hombres al otro lado del cristal: << estúpidos…>> pensó con malicia; y de inmediato, permitió a su mente y a su alma viajar libres en busca de la paz y la armonía que, sin saber por qué, reconocía en la existían de un yo diferente al que estaba imaginando que soñaba o que había soñado que imaginaba. Ya no importaba.
Luis fue depositado sobre su cama por su compañero, y tras ser instruido sobre lo que no debía hacer, fue dejado solo. La pesadez de su cuerpo y de su mente lo noquearon con rapidez. Y mientras su razón se perdía más y más en los insondables abismos de la inconciencia, su alma se recuperaba, volviendo a formar un sólo ser con su cuerpo.
Cuando despertó a la mañana siguiente, el recuerdo de los sucesos extrañísimos de los días anteriores le pareció lejano. No obstante, se quedó unos minutos en la cama, expectante. Esperó percibir algún síntoma que le revelara que aún poseía algún tipo de enfermedad. Pero todo parecía absolutamente normal. Las sensaciones de su cuerpo, las ideas en su mente, y su ánimo, eran los de siempre.
<<¿Habré soñado todo eso?>> se cuestionó, dudando de sus recuerdos.
<<No, tal vez tuve calentura o algo…, en fin creo que ya pasó>>.
Así, convencido de que aquél sería un día como cualquier otro, y de que todo había vuelto “por fin” a la normalidad, se levantó de su cama con ánimos renovados. Se aseó; se vistió; desayunó someramente y se apresuró a abandonar su departamento, pues, como siempre, se le hizo tarde. Tras cerrar la puerta, dio un par de ágiles brincos, gracias a los cuales, logró salvar todos los escalones que había desde su piso hasta la calle con sólo dos movimientos.
<<¡Ah!… fue un salto perfecto>> pensó convencido.
Octavio C.
Dedicado a LCM, quien realmente lo vivió.
1 Científicos responsables de la clonación de la oveja Dolly.
2 [Célula] Que se diferencia y forma los tejidos y órganos del cuerpo de un individuo, a diferencia de las que están destinadas a dar origen a un nuevo ser. El núcleo de la célula somática contiene todo el patrimonio genético del individuo.