Dentro del muy variado catálogo de conflictos que caracterizan esta vida moderna, tal vez uno de los más lamentables es el de la insatisfacción permanente que propician la mercadotecnia y el consumismo, pues al parecer ya nada es suficiente para nadie. Se han establecido lineamientos y características específicas que enmarcan el “éxito” y el “fracaso” dentro de la sociedad, a pesar de que, por un lado son casi imposibles de cumplir, y por el otro nos resulta insoportable no poderlo lograr. Hoy día soñamos que podemos tener más y mejor, porque ahora todos vemos que alguien tiene más y mejor. Pero no nos damos cuenta que eso es una ilusión que nos perjudica y es causa de estrés, fatiga, enojo, envidia y frustración.
«Normalmente, sobresalir en algo es difícil, pues hay demasiadas personas intentando lograr lo mismo al mismo tiempo».
Continuamente generamos expectativas en base a lo que hacemos o queremos hacer con el fin de obtener más de algo o ser mejores que el otro, para obtener la atención o los favores de alguien y también, de paso, para sentirnos realizados o simplemente satisfechos por haber consumado dicha esperanza.
Pero cuando no logras lo que esperas y se derrumban tus sueños, es difícil construir otros nuevos, aunque eso dependerá del empeño que hayas puesto en ellos, porque si se fracasa en algo que surge de momento, no golpea ni afecta tanto como algo en lo que has trabajado arduamente y por mucho tiempo. Normalmente, sobresalir en algo es difícil, pues hay demasiadas personas intentando lograr lo mismo al mismo tiempo. Pero la ilusión y la esperanza te llevan por el camino del trabajo arduo en la búsqueda de alcanzar un objetivo anhelado. Sin embargo las dificultades propias de cada tarea y los fracasos constantes suelen golpear el ánimo y volver a las personas escépticas, cínicas y depresivas. Pero el error está en nosotros.
Nos olvidamos (o no nos damos cuenta) que la vida es frágil, que nada debe darse por seguro y que hay tantos millones de variables que intervienen en los eventos cotidianos (casi uno por cada persona viva, además de los meteorológicos, sociales culturales etc.) que difícilmente uno podría ver alguna vez realizados sus sueños, a menos que sean “factibles” y que la suerte o las circunstancias lo permitan. Es decir, son infinitas las variables e inesperados los obstáculos que determinan la consumación de un éxito o el cumplimiento de un anhelo. Para ello sería necesario realizar con esfuerzo y determinación todo lo que esté a nuestro alcance, pero además deben ocurrir un número indeterminado de eventos casuales, en armonía con los provocados, para que lo que se desea converja con la realidad del momento y se pueda obtener lo que tanto se quiere.
Por eso, muchas veces se dice que lo importante al fijarse una meta es el camino que hay que recorrer para alcanzarla, pues en verdad todo aquello que haces para lograrlo no es sino un pretexto de vida motivado por un punto en la lejanía que tal vez no verás cumplido jamás, pero que al intentarlo durante toda tu existencia justificará con los pequeños éxitos o experiencias el esfuerzo de toda una vida. Los que no ambicionan suelen ser personas felices que paradójicamente disfrutan más de su vida colmada de monotonía y “mediocridad” que los que se empeñan en tareas imposibles y pasan sus vidas sin darse cuenta del valor de sus micro-victorias.
…aunque se posean las cualidades, la posibilidad de desarrollarlas en un medio ambiente que no es propicio, es casi nula.
Sin embargo, no se debe ser completamente pesimista, pues como siempre, existen los dos lados de la moneda. ¿Cuantas veces no hemos sido testigos de las hazañas de gente exitosa que, contra todo pronóstico, se levantan con la victoria, con el aplauso, con el premio, con el cheque millonario, o destacan en las compañías más renombradas, etc? Ellos se erigen en héroes y nos ilusionan al ser una muestra de que a veces sí se puede lograr lo inimaginable. Son historias de logro consumado, fugaz o duradero, contundente, merecido, injusto o como sea, pero éxito al fin y al cabo, incluso aunque en ocasiones lo que les ocurre a ellos no haya sido anhelado o fervientemente trabajado, sino que les sucede por casualidad, porque se les facilita o porque se encontraban en le lugar y momento adecuado, sin importar que sus méritos no hayan sido tan grandes como los de muchos otros. Qué importa, obtuvieron el premio.
Lo que se debe comprender es que las condiciones externas influyen en casi todo. La experiencia de vida determina tu futuro, excepto en contadísimas excepciones, y son éstas justamente las que justifican el éxito, pues aunque se posean las cualidades, la posibilidad de desarrollarlas en un medio ambiente que no es propicio, es casi nula. Por ejemplo, si aceptamos que en el mundo hay una población mundial de más de seis mil millones de personas, resulta por completo absurdo pensar que si todos se esfuerzan igual, todos llegarán a cumplir con sus deseos o anhelos, y ya no digamos uno en específico para todos, sino uno particular para cada cual, pues además de que cada uno de nosotros posee diferentes capacidades, defectos y aptitudes físicas y mentales, las diferencias socioeconómicas, geográficas, culturales, religiosas, y muchas otras, impedirían la realización de ellos a la inmensa mayoría de la población.
Un ejemplo drástico y dramático de ello sería un nigeriano, cuyo sueño sería tal vez no morir de hambre o enfermedad, y aunque se trata de una pulsión de vida, de sobrevivencia, como no hay las condiciones para lograrlo, no tendría la fuerza para hacer algo al respecto y por más positivo que sea y lo sueñe no podrá lograrlo a menos que se dé la suerte de que le llegue ayuda del exterior (lo cual a veces sí pasa). Otro menos dramático pero igualmente gráfico, sería el de un joven muy humilde, que ha pasado toda su vida rodeado de pobreza, violencia, desamor y que además no ha terminado ni la primaria, pero que a pesar de todo desearía ser un prominente abogado porque lo vio en la tele o en alguna revista y eso lo motivó a llegar a ser tan rico y respetado como uno de ellos. ¿Cómo lo hace? En primera tendría que haber una escuela cerca de donde vive y tratar de ingresar a ella, pero ¿y si la dejó porque debía trabajar para mantener a su familia?, pues desde ahí, ya no se pudo, pero si ese no es problema suficiente, además debe tener el dinero para seguir adelante y pagarse útiles, uniformes, etc. ¡Ah! Pero si lo logra, además debe pagar una universidad, pero si es de familia muy humilde, ni a la pública podría asistir, pues probablemente eso requeriría dejar de trabajar o trabajar poco para seguir aportando a la casa, lo que le distraería de sus estudios y no alcanzaría la excelencia. Pero en caso de que pudiéramos salvar todo eso, entonces también haría falta que fuera aceptado, primero dentro de la élite de otros estudiantes y después, que olvide toda su cultura familiar, lenguaje, actitudes y modales para poder integrarse a un área de trabajo correspondiente a otro nivel socioeconómico, y si eso no es problema, habría que ver que su aspecto cubra con “el perfil” de la empresa, y si eso tampoco es inconveniente, pues nada más haría falta que sus conocimientos y capacidades fueran lo suficientemente sobresalientes como para superar a los otros miles de jóvenes que también buscan ser un rico y respetado abogado en esa ciudad.
Con esto quiero dejar en claro que, de que se puede hacer, se puede, ¿pero en qué porcentaje? Hay muchos factores que intervienen de forma determinante desde el inicio, desde el nacimiento, desde el seno del hogar, condiciones económicas y sociales, además de características físicas y mentales innatas del individuo que impedirán que cualquiera por el simple hecho de desearlo lo logre.
Por ello se debe ser objetivo, se debe estar ubicado en la realidad de nuestros propios alcances y posibilidades y no dejarnos llevar por los modelos de éxito establecidos por las redes sociales, la televisión, el cine, el radio y los medios impresos, los cuales impulsan los deseos imperiosos de estar, tener, hacer o ser como son ellos. No, nuestra estimulación debe surgir de la aceptación objetiva de la realidad de nuestro entorno (social, económica, cultural, etc) en complemento con nuestras capacidades físicas y mentales para tratar de ubicar alguna habilidad estratégica que pueda darnos como resultado la obtención de una meta clara a través del esfuerzo o el desempeño constante de ésta en un espacio y tiempo definidos o concretos. Al hacerlo, podremos fabricarnos sueños “pequeños” y plausibles, que tengan mayores opciones de ser realizados en nuestro entrono con el sólo compromiso y esfuerzo de nuestra voluntad.
Debemos pues cultivar en nosotros la paciencia y pensar que de todo se aprende y que no siempre se puede estar abajo, pues la vida es una compleja rueda de la fortuna que no deja de dar vueltas (aunque para lograrlo se tienen que dar ciertas condiciones de conciencia que no todos poseen). Además, se debe entender que los medios masivos de comunicación seguirán encargándose, a cada segundo y en cualquier lugar del mundo, de bombardearnos con prototipos inalcanzables de belleza, riqueza y felicidad, para estimular nuestros deseos de seguir consumiendo más de aquello que sólo nos acerca a la idea del mundo del que deseamos ser parte. Esto continuará generando frustración y descontento en la población, pues al notar que aquello que observan no puede ser de ellos ni podrán ser como ellos, a algunos se les motiva al rencor y a la envidia, por lo que la presión y la esquizofrenia resultantes, les obligan a tomar decisiones perturbadas que degeneran en violencia doméstica, robos, secuestros, asesinatos y muchos otros delitos que no nacen de la pobreza o la necesidad de subsistir, sino del deseo enajenado por poseer cosas que saben que por sí mismos no podrán obtener jamás de manera honrada. Y por último, debemos aceptar y entender que todas estas necesidades antinaturales que nos obsesionan son creadas por el abusivo sistema económico moderno, el cual se basa en la explotación de la fuerza de trabajo para forjar una sociedad de consumo impulsiva y decadente que, con su empeño por sobresalir, pueda seguir manteniendo los niveles de riqueza de una pequeñísima parte de la población privilegiada para que éstos se afiancen en sus privilegios mientras a los otros, los no tan afortunados, se les estimula a seguir soñando con la posibilidad ser como ellos mediante la adquisición o imitación de todo lo que promueven, inventan, hacen o utilizan y que nos enseñan a desear por ser sinónimo de crecimiento y bienestar.
Octavio C.