¡Escucha! Ser contradictorio,
Sí, ¡tú! Que ríes y luego lloras,
reprochando lo que permitías,
y prohibiendo lo que antes exigías.
¿Acaso no eres tú quién incita,
la raíz profunda
y consecuencia florida
de todo lo confuso que te irrita?
Sí, ¡tú! Que fuiste causa de nuestro castigo
y pretexto de mil y un batallas.
Tú, que has sido ornamento de los viles,
objeto de placer y de obediencia,
has sido al mismo tiempo
inspiración de genios y poetas,
factor de odio y adoración,
de alabanza, celos y satanización.
Tú, que eres la piel del arrebato,
ente irresistible del deseo,
aroma, gusto y pretensión.
Eres, además, semilla de pasión
que germina de ternura sin reservas,
hacia el fruto de tu amor.
Tú, que te sabes fuego
y lo exhibes con perniciosa ingenuidad,
desafías la pureza de lo impúdico,
de lo indebido e inmoral.
Eres, orgullosa y embustera,
con descaro y sutileza manipulas,
siempre a tu gusto, siempre a tu manera,
y a cualquier edad.
Tú, que eres la voz de nuestras conciencias,
ese grito que acalla,
el murmullo que no se apaga,
un turbulento mar de emociones encontradas,
antónimo perfecto de prudencia,
y sinónimo objetivo de emoción y complacencia.
Tú, que eres la muerte y el dolor,
para todos esos desgraciados
a los que niegas tu atención,
serás el renacer y eje motivador,
de aquél al que sólo tú,
reconozcas con amor.
Tú, que has sido y eres ya,
pilar y fundamento,
autoridad y arquitecto,
de la nueva sociedad,
haces que tu vida sea un ejemplo,
de esfuerzo y desempeño,
de trabajo, corazón y vitalidad.
Sí, ¡eres tú! que por la dicha nació hija,
serás hermana y mejor amiga,
nuestra madre venerada,
compañera que será vida.
Y serás todo lo que tú decidas
sin limitarte a igualarte
a ser como los que ya superas,
y con los que nunca debes compararte.
Porque eres tú quien da la vida
y nos ayudas a crecer,
sin admitirlo has de saber,
que agradecemos tu existencia y osadía.
Por eso, desde mi alma quiero hacerte ver,
que porque has sido y siempre vas a ser
la fuente indiscutible de la insensatez
del hombre, yo te venero… mujer.
Octavio C.