El cegador ruido del caos,
el tufo visible en el aire,
y la desesperanza de la gente,
se ocultan tras el velo inquebrantable
de su gris cotidianidad.

Un halo rojo interrumpe mi camino,
y tras la burbuja de cristal que me transporta,
nace el inesperado mundo y su realidad,
evidenciándome inmerso en la ciudad.

Es un ser monstruoso,
que no me aterra porque lo conozco,
y que hoy brilla hermoso,
ajeno a su habitual opacidad.
Sobre de él la gente camina
presurosa y llena de ansiedad.

Asombrado veo en rededor,
La pobreza y la riqueza
entre el frío y el dolor,
compartiendo la misma acera,
de una tarde como cualquiera.

¿Qué es lo que estoy viendo?
Todos huyen, todos buscan,
Desorden y barullo a ritmo definido.
y entre todos chocan y se encuentran,
sin reconocerse jamás.

Somos todos y todo somos ella.
La gente que no se detiene,
el tráfico de rutina,
el odio a lo que no se mueve,
la fatiga del día,
el ruido permanente
son obra y consecuencia,
de la armonía aquí presente.

La luz cambia y el mundo se desplaza,
juega a detenerse pero luego avanza,
se desvanece ese sueño inesperado,
pero sus murmullos los sigo escuchando.

Raspa el aroma a contingencia,
 desaparecen los hombres que ya no veo,
 Rápido pierdo la conciencia,
y todo me aturde de nuevo,
cuando vuelvo sin saberlo
a ser parte de su esencia.

Octavio C.