3.

Al otro día, el eco de aquellas mismas palabras le hicieron despertarse de madrugada pensando: << ¡Ni madres…!>>  Conformarse con lo que había era una actitud pusilánime, típica de los «mexicanitos» comunes, no de él. Debía haber alguna manera de cambiar el sentido de las cosas sin hacer uso de disturbios y manifestaciones, y si para ello debía crear un nuevo partido y hacerse parte del sistema, qué chingados, lo haría…

Ése día, salió de su casa muy temprano, incluso antes que sus padres, que ni cuenta se dieron que ya no estaba en su cuarto cuando horas después se dirigieron a sus respectivos trabajos.

Acudió al Instituto Federal Electoral y pidió los documentos y los lineamientos necesarios para el registro de un nuevo partido federal. El Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) era el instrumento vigente para tal efecto.

En el artículo 24 se detallaba que el procedimiento de registro definitivo para que una agrupación política nacional pueda ser tomada como partido político nacional, debería antes que nada formular una declaración de principios y, en congruencia con ellos, un programa de acción y los estatutos que normarían sus actividades; contar con tres mil afiliados en mínimo veinte entidades federativas, o bien tener trescientos afiliados, en por lo menos doscientos distritos electorales uninominales, es decir, por lo menos sesenta mil integrantes con credencial para votar con fotografía de dicha entidad o distrito, según fuera el caso y que bajo ninguna circunstancia, el número total de sus afiliados en el país podía ser inferior al 0.26 por ciento del Padrón Electoral Federal que haya sido utilizado en la elección federal ordinaria inmediata anterior a la presentación de la solicitud de que se trate.

Luego de obtener el código y empaparse de él, se dirigió a su escuela y se entrevistó con su antiguo jefe durante el servicio social. Le pidió trabajo de la forma más humilde que pudo, y ante la reiterada negativa, optó por ofrecer su ayuda de cualquier manera sin que le pagaran nada. El jefe de área, un señorón alto y robusto de más de cincuenta años le observó con extrañeza, pero como no podía encontrar una razón por la cual no contar con la ayuda de un chalán gratis, terminó aceptándolo de vuelta en un área de servicios escolares junto a rectoría. Ése mismo día comenzó a trabajar.

Aquello iba saliendo de maravilla, porque laboraría justo donde podría tener acceso a cientos de miles de estudiantes de todo el país, sus labores eran mínimas, lo que le daría tiempo de ir preparando la estrategia y, además, trabajaría pocas horas, por lo que aún tendría tiempo en la tarde para hacer otras muchas cosas.

Tan sólo un par de semanas le fue suficiente para comprender lo que tenía que hacer. Con ánimo resuelto y una motivación interior incomprensible, lo preparó todo. Poco a poco fue haciéndose amigo de las secretarias y personal de confianza del lugar. Luis Enrique no era guapo, tampoco feo, tenía un aspecto latino natural que lo hacía agradable a la vista, pero su mirada, profunda y sincera, inspiraba inmediata confianza en los demás. Tras muchos ruegos y abrazos suplicantes, logró que una de las secretarias le copiara en un disco la lista de estudiantes de una de las facultades. En la lista venían los nombres, dirección, teléfonos y hasta la foto de los estudiantes de todos los semestres de la carrera, además de que contenía el registro federal de contribuyentes (RFC) y la clave única de registro de población (CURP) de donde se podía deducir la edad y lugar de nacimiento. La lista era larga. Días después logró hacerse de dos discos más de otras dos facultades, y al cabo de un mes, justo cuando el Jefe de área se preparaba para contratarlo, Luis Enrique ya tenía una lista de casi cien mil estudiantes, mismos que tendría que contactar para convencerlos de apoyarlo en la creación de un nuevo partido. Enrique aceptó de buena gana el pago simbólico que le ofrecía el Jefe de área y continuó juntando información y conociendo gente. Entretanto, preparaba la declaración de principios, logo, eslogan, estatutos y propuesta general de acción donde destacaría las medidas para alcanzar sus postulados al obtener el registro de partido político. Casi todos lo días, al salir de laborar se dirigía a la biblioteca por la tarde y se encerraba hasta altas horas de la noche, justo cuando el policía le indicaba que en cinco minutos se cerraría el edificio. Datos históricos, información legal, política, social y económica eran el objeto de su búsqueda. Tenía la intención de no dejar nada a la imaginación ni a la suerte. Quería hacerlo bien y tener fundamentos poderosos e inapelables que permitieran construir un partido sólido, con ideales y propuestas especificas.

Cuando estuvo relativamente satisfecho de la información que había coleccionado durante semanas, suspiró… tomó su laptop y la metió en su mochila junto con cientos de papeles saturados de notas, y regresó a su casa.

Durante las casi dos horas de camino de regreso desde Ciudad Universitaria (CU) en el sur de la ciudad hasta Tlalnepantla en la zona norte del área metropolitana, recordó el murmullo expectante de una multitud emocionada que se estremecía con el agudo llamado de una trompeta solitaria… Más sensaciones que visiones tenía de ese sueño recurrente que a veces se esforzaba por evocar sin éxito. El relajante movimiento y ronroneo del metro hacía que algunas personas a su alrededor cabecearan víctimas del cansancio, justo de la misma manera en que lo hacía él por la mañana y por la mismas razones. Poco a poco los vagones se fueron vaciando hasta que quedaron sólo un puñado de hombres y mujeres soñolientos. Descendió  en la última estación y tomó el autobús que lo llevaría finalmente a su casa. Aún le faltaba un largo trayecto. La ciudad se mostraba como siempre, ruidosa y llena de movimiento a pesar de la hora. Los baches característicos de la ciudad de México y su área metropolitana, sacudían ridículamente a los pasajeros, como si fueran ganado o muñecos. Aquella noche en particular llegaría un poco más temprano, pues el conductor jugaba carreras con un microbusero en su enloquecido afán por ganarle el último pasaje de la noche. Cuando llegó, sus padres, orgullosos como nunca los había visto, prácticamente se levantaron de la cama, cómo lo habían venido haciendo en las últimas semanas, para recalentarle la cena de horas atrás. Él pedía una y otra vez que no lo hicieran, que no se molestaran, pero como hacía meses que llegaba alrededor de las once de la noche y salía a eso de las cinco de la mañana, aquella era la única oportunidad de estar con su único hijo y no la desaprovechaban. Su padre preguntaba siempre cómo le había ido mientras su madre le servía un vaso con leche con chocolate, frío, como a él le gustaba. La tertulia nocturna con sus padres se extendió, como otras veces,  más allá de la media noche, con pláticas triviales, sin embargo, lo que más le motivaba era que ellos no tenían ni la menor idea de lo que estaba preparando, pues esperaba poder sorprenderlos en grande a pesar de que la fachada del hijo cumplido y trabajador era suficiente regalo y satisfacción para ellos. Su padre siempre era el primero en despedirse, casi inmediatamente después, su madre se retiraba a descansar no sin antes darle un beso en la cabeza. Entonces, él levantaba los platos y los colocaba en el fregadero, apagaba las luces de la sala, cocina y comedor (todos juntos en un mismo y pequeño espacio) y se dirigía a su cuarto para cambiarse la ropa y acostarse en su cama, donde, a pesar del cansancio, aún tardaría mucho tiempo en dormir. La emoción de estar haciendo algo que valía la pena junto con las muchas ideas sobre todo lo que tenía que hacer al día siguiente lo abrumaba, ocasionando que le costara un sobre humano esfuerzo concentrarse en dormir, y para cuando lo lograba, el reloj lo despertaba dejándole creer que no había dormido más de dos o tres minutos. Entonces, se levantaba, se vestía, preparaba un licuado a base de nopales, apio, guayaba, avena, manzana y naranja, y salía de su casa.

El fin de semana era distinto. Despertaba tarde y casi siempre se la pasaba encerrado en su cuarto haciendo anotaciones, hasta que la saturación lo aventaba fuera del departamento para tomar un poco de sol en las jardineras de la unidad. Uno de esos fines de semana, después de haber tomado conciencia de la verdadera dimensión del proyecto que había decidido emprender, aceptó que no podría hacerlo solo y salió de su casa finalmente dispuesto a compartir su locura. Así que, cuando miró a Pancho a lo lejos, le gritó:

– ¡Ese Pancho! ¿A dónde vas?

A lo que Pancho realizó una sugerente mímica con sus dos manos haciendo clara referencia al cuerpo de una mujer, no obstante, Francisco decidió cambiar de dirección y se dirigió a él.

– ¿Qué onda? Hacía meses que no te veía… Me dijo mi mamá que le dijo tu mamá que estas trabajando en la universidad… qué tal ¿chido?

– No guey, no esta chido…

– ¿No?

– Nop, ¡Está chidisimo!

– Ah… ¿Y eso?

– Pues es que, ¿qué crees guey…?

– ¿Qué? – preguntó Francisco abriendo mucho los ojos y sentándose junto a él, sin disimular su curiosidad por escuchar un gran secreto.

– Estoy siguiendo tu consejo…

– ¿Cuál?

– Voy a crear mi propio partido político.

Francisco lo miró incrédulo. Alzó una ceja y arrugando la frente dijo:

– ¡No manches!

– Si cabrón… por eso me metí a la universidad, para tener acceso a información de mucha gente,  pero tengo un problemita guey…

– ¿Cuál?

– Necesito crear un equipo, y grande… y hasta ahora, estoy solo. ¿No quisieras entrarle conmigo a este rollo?… Al fin y al cabo, fue tu idea ¿eh?

Francisco pareció desconcertado por unos momentos, luego, en tono serio preguntó:

– ¿Pero cómo, qué tendría que hacer o qué?

– Recuerdas que me dijiste que había un montón de gente en donde trabajas, voy a necesitar que me ayudes a contactarla para ver si podemos obtener su apoyo. Necesitamos firmas y copias de credencial de elector. Además necesito que me ayudes a conseguir lana para comprar material, sacar copias y para ir a algunos estados a seguir recolectando firmas y cosas así.

– Uy… dinero…

– Si guey, necesitaríamos dinero, pero no te preocupes, está todo planeado, si logramos esto, nos vana a dar 80 millones de pesos guey, aprox… así que velo como una inversión.

– Mmmmm, ajá… si creo ¿no? – Francisco le palmeó la espalda socarrón.

– Guey, te va a sonar bien raro, pero ahora mismo, tú eres la única persona en quien confío, de hecho eres la única persona que sabe lo que estoy haciendo. Si tú me ayudas, creo que podremos lograrlo. Ya tengo una lista como de doscientos mil estudiantes, pero obviamente no creo que todos quieran entrarle, así que necesitaremos buscar más en el área metropolitana y en el interior de la república, necesitamos sesenta mil firmas como mínimo en veinte Estados, mira te voy a explicar…

Durante casi una hora, Francisco se mantuvo muy serio mirando a su vecino con una mezcla de extrañeza y admiración. Sonaba tan fácil lo que le proponía que no encontró argumento alguno para decir que no. Así que haciendo gala de su juventud, decidió arriesgarse y apoyarlo en su ambiciosa incursión.

– Bueno, OK, va…. Pero entre dos personas no vamos hacer todo lo que dices, no acabaríamos nunca…

– Claro que no, vamos a necesitar un chingo de gente, sobre todo para recabar los datos y las firmas, sin embargo ya tengo eso solucionado, usare a los chavos del servicio social de la escuela. Me van a poner a  mí dirigirles sus actividades en los próximos meses, así que – sonrió divertido –, los pondré a trabajar en eso…

– Órale eso está chido… yo te voy a tratar de buscar la relación de clientes y empleados de donde trabajo…

– Si, ándale, direcciones, nombres, teléfonos etc… Les marcaremos desde las oficinas de la universidad para hacer citas y que acudan luego los chavos a recabar firmas y fotocopias de su credencial de elector.

– Suena a que ya lo tienes todo pensado…

– Casi…, aún me falta encontrar a los miembros de mi equipo. Tú eres el primero, y desde luego serás el secretario general o algo así – soltó una carcajada al ver la cara de Francisco– . ¿No te late?

– Si claro… suena bien… a locura, pero bien.

– Ja ja, tu hazme caso Pancho. Lo difícil será conseguir a más miembros del equipo, así que si conoces a alguien, pero que sean personas en quienes confíes mucho, avísame, yo ya tengo dos o tres prospectos por ahí.

– Ok, le voy a decir a mi novia a ver que opina, si es que aún tengo – dijo haciendo una mueca al ver el reloj–. ¿Y cómo se va a llamar tu nuevo partido?

Luis Enrique se volvió hacia él con el rostro resplandeciente de emoción, luego, con una gran sonrisa y con su mano derecha desplazándola lentamente de izquierda a derecha, dijo:

– Partido Renacer Mexicano.

continúa en Capitulo 2.4