El área de ciencias había cerrado desde las seis de la tarde, casi cuatro horas atrás, pero eso no importaba al impaciente estudiante de Física de octavo semestre Raúl Nuñez, quien se encontraba excitado ante la idea de poder corroborar sus revolucionarias teorías mediante el sencillo pero agotador método de la discusión de hipótesis, que gracias a la intransigente aplicación que de la duda metódica de Descartes hacía su profesor y asesor de tesis, el Dr. Emmerson, le garantizaba, en caso de poder sobrevivir a la antítesis, el éxito y el reconocimiento personal que tanto anhelaba.

 Tenues luces de lámparas iluminaban los escritorios, y un par de rostros preocupados y distantes se perdían en el desordenado papeleo que reposaba ante ellos.

 – ¡Lo tengo!-  dijo de pronto Raúl. – Si la sombra de una imagen en el espacio, de un cuerpo tridimensional cualquiera se proyecta como una imagen bidimensional, es obvio suponer que la imagen tridimensional en el espacio es sombra o imagen de un cuerpo o “ente”, proveniente de una cuarta dimensión.

El Dr. Emmerson le miraba inquisitivo. Siempre había sido uno de sus mejores estudiantes, pero el afán de buscar respuestas lógicas o plausibles a problemas metafísicos le habían desviado de la verdadera ciencia y del conocimiento práctico. 

– ¿Y cómo supones que debe verse un objeto o “ente”, como tu lo llamaste, en esa cuarta dimensión, para que su imagen o proyección resulten en lo que nosotros podemos claramente percibir en el plano tridimensional? 

Raúl pareció vacilar, pero después de unos instantes comentó en voz baja, como si estuviera tratando de describir lo que en aquel momento imaginaba:

– Me parece, que la cuarta dimensión debe ser aquella donde los cuerpos… son y se ven, como realmente son –Hizo una pausa y continuó.-  Es decir, en la cuarta dimensión los objetos no son tal y como se proyectan en la tercera, es decir, como materia, sino que deben ser energía y tiempo mezclados creando una desconcertante visión del todo.

– ¿A qué te refieres?

– A que en la cuarta dimensión no hay objetos o materia tangible real, esta debe tomar forma al representarse en la tercera dimensión, pero realmente es sólo energía flotando en un tiempo indeterminado viajando a través del espacio.

– Me parece entretenido… – Interrumpió el Dr. mientras se removía en su silla un tanto fastidiado por el cause que tomaba aquella discusión -. Pero impráctico. ¿A dónde quieres llevar esta hipótesis?

– ¿No se da cuenta? ¡Hablo de la visión real de las cosas! ¡De ver las cosas tal y como son y no a través de una pobre interpretación de nuestros limitados sentidos! ¡Hablo de la posibilidad de encontrar las respuestas a la incógnita de la relatividad del tiempo y el espacio!

– ¿Y cómo piensas sustentar tus descubrimientos, Raúl? ¿Cómo vas a comprobar que tienes razón?, y es más, ¿Cómo crees poder darte una idea de lo que dices que existe por encima de la tercera dimensión? ¿Con que herramientas? ¿Con qué medios? ¿Cuál sería la base para tu proyecto experimental?

– Mi mente – fue la sencilla respuesta.

– ¿De qué diablos estas hablando?- exclamó sorprendido el Doctor.

– Para lograr confirmar mi hipótesis necesito utilizar un cerebro para poderlo manipular. Y usaré el mío para demostrar que tengo razón.

– ¿Manipularás tu cerebro? ¿Por qué?

– ¡Porque el cerebro es el máximo receptor! Es a través de funciones cerebrales que percibimos e interpretamos el mundo tridimensional que nos rodea, pero es el mismo cerebro el que nos limita la visión de aquello que existe más allá de nuestro umbral de percepción – Raúl se animaba con cada palabra que decía, y al hacerlo, sus brazos manoteaban nerviosos enfatizando sus argumentos –. Es mundialmente conocido, que el ser humano solo promedia el diez por ciento de su capacidad cerebral, por lo que no sería demasiado aventurado suponer que dentro del restante noventa por ciento, se encuentren las herramientas necesarias para poder ver más allá de tercera dimensión, e incluso, poder penetrar en la cuarta. Esto renovaría la decadente ciencia actual, limitada a un solo plano dimensional, que es probable se trate únicamente de la sombra del verdadero universo.

El Dr. Emmerson se veía un poco impresionado por aquella palabras. Durante sus años de juventud siempre permitió que fueran los demás, los que le indicasen como era el mundo que él percibía. Y bajo la inquebrantable norma del escepticismo que debe aplicarse a todo cuanto no sea científicamente probado y comprobado, muchas ideas, naturales y espontáneas, habían tenido que ser reprimidas y olvidadas dentro de su ser. Pero ahora, aunque su consciente le indicaba que la absurda idea del joven Raúl era inaplicable, una impertinente inconsciencia le empujaba a intentar probarlo.

– ¿Tienes elaborado el proyecto? – preguntó tratando de no mostrar demasiado interés.

Raúl levantó la vista; le dirigió una larga mirada, y sonrió.

– Lo tengo.

 Meses después, ambos se encontraban trabajando -ahora como colegas- en el proyecto “La cuarta dimensión”, dentro del laboratorio de ciencias asignado por el Consejo Universitario para ese fin.

 Raúl se encontraba recostado en el sillón y docenas de electrodos se encontraban pegados a su cuerpo. En la cabeza destacaba una ancha diadema de plástico con pequeñas agujas de metal en la parte inferior, a través de las cuales se aplicaban, de manera controlada, descargas eléctricas especialmente calibradas para estimular la totalidad de las neuronas del cerebro.

Al otro lado de la habitación se encontraba el Dr. Emmerson manipulando la intensidad de las descargas y siguiendo cuidadosamente, mediante los electrodos, tanto los signos vitales de Raúl como las reacciones ante los estímulos proporcionados.

Durante los último días, los resultado habían arrojado tan sólo datos sin importancia de manifestaciones cerebrales menores. Algunas de ellas habían sido consideradas simples alucinaciones producto del estrés o de la autosugestión, a lo que Raúl argumentaba que <<ellos no habían estado ahí para asegurarlo>>.

 – Te juro que pude verlo- decía impaciente-. Sólo fue por un segundo, pero pude verlo.

– ¿Qué? ¿La esfera?

– ¡Que no es una esfera, demonios!, es una imagen deformada de las cosas que abarca todo a su alrededor, como si se tratase del interior de una esfera; es algo complicado de explicar, pero no es una esfera como tal.

– Es como si estuvieras dentro de una esfera – decía Emmerson en tono burlón.

– No exactamente, pero es lo más aproximado. De pronto, todo en esta habitación pareció colapsar sobre sí misma; podía ver partes de muebles que mi inconsciente indicaba se encontraban lejos del alcance de mi vista. Era como si los cuerpos se torcieran permitiéndome ver al mismo tiempo su parte delantera y tercera, los costados y su parte baja y alta a la vez.

– Como se vería en la cuarta dimensión- interrumpió el doctor.

– Eso espero, si no, hemos perdido el tiempo inútilmente.

– Pues ya que no hemos registrado ningún cambio en tus signos vitales, ni tampoco en tus reacciones químicas cerebrales, parece que así es. Para el  aparato de medición, nada ha pasado.

– Tal vez debemos aumentar la potencia- dijo Raúl convencido.

– Imposible, podrías quedarte ahora si del todo idiota.

Raúl le sonrió desde el sillón y le dedico una obscena señal con el dedo.

– No sabemos que repercusiones podría haber en tu cerebro, y ya hemos tenido malas experiencias en la aplicación de altas potencias electromagnéticas.

– Un poco de temblor en las manos… no es para tanto. Además sólo será por unos segundos, si ves que mis signos vitales se desequilibran, desconectas el aparato y nos vamos al carajo con todo y nuestro experimento.

Miles de dudas surgieron en el interior de Emmerson, pero el cansancio, el tedio y la frustración hacían que el acabar de una buena vez con aquella inútil empresa, fuera una oferta tentadora a bajo costo.

– Si se te fríe el cerebro no me hago responsable, ¿eh?

– De acuerdo, Doc. Ahora, dele a todo lo que da.

– Estas loco. Lo pondré a ciento ochenta puntos porcentuales, que es casi el doble de la potencia que hemos utilizado cotidianamente.

– Dale pues.

Mientras en la lejanía, Raúl veía como Emmerson preparaba todo para la descarga, su mente divagó en la idea de poder alcanzar su sueño. Ver como eran las cosas en lo real y tal vez, por que no, viajar en el tiempo a través de la ilimitada cuarta dimensión.

– ¿Listo?

– ¡Listo!

– Comenzaré con una baja potencia y la iré aumentando progresivamente, así que relájate.

 Un cosquilleo, al que ya se había habituado, comenzaba a invadir su cabeza y una sensación de relajamiento le indicó que ahora, sus músculos respondían a la descarga como si se tratara de una anestesia preparatoria.

 Una sonrisa se iluminó en su mente ante la idea de sentirse estúpidamente adormilado, por lo que se enfocó en la tarea de guiar su concentración hacia el ansiado objetivo.

 Una nueva y potente descarga interrumpió sus pensamientos. A su alrededor, los objetos parecían hacerse pequeños lentamente. Perdían color y se volvían confusos mientras se alejaban de su perspectiva. <<lo estoy logrando>> pensó. De pronto la totalidad de su entorno comenzó a cerrarse sobre él envolviéndolo con imágenes distorsionadas de los objetos  que le rodeaban; y su alegría estaba a punto de desbordarse, cuando pudo percibir con claridad que podía ver en una misma imagen, todos los elementos que conformaban a los objetos. Y sobre él, a una distancia incalculable se hallaba la deformada e irreconocible presencia del Dr. Emmerson.  Parecía acercarse y alejarse con estrambóticos movimientos. El color de lo que Raúl sabía eran sus ropas, cambiaba y se entremezclaban con otras luces y colores que no supo identificar pero que se hallaban a su alrededor y de las cuales dominaba toda su perspectiva. Su propio cuerpo había desaparecido para él como tal, y ahora era sustituido por incongruentes formas y colores igualmente iluminados; y aunque no reconocía sus extremidades, ni su espacio como antes, no se alarmó. No había suelo que pisar ni paredes en que apoyarse, pero no las necesitaba. Había tomado conciencia de aquel lugar y no se precisaba equilibrio o movimiento físico para trasladarse en él.

– ¡Lo logramos! – gritó Raúl a la informe presencia de colores cambiantes que expedía incandescencias etéreas al avanzar, y que, tenía la certeza, pertenecían al Dr.

– Acercarte más y te describiré todo lo que tienes a tu espalda y hasta lo que hay debajo.

Raúl flotaba en un ambiente ambiguo y diferente pero el tiempo indefinido que llevaba explorándolo le había permitido entender algunas variantes y texturas que formarían, con toda certeza, objetos comunes en la tercera dimensión.

– ¿Ya ves? ¡Es extraordinario! Ahora lo que intentaré es viajar a través del tiempo para corroborar la teoría de que el tiempo tiene dos sentidos y no sólo uno.

 Raúl titubeó, pero su mente ahora era más rápida y poderosa, por lo que supo deducir cual debía ser su proceder para la realización de tan aventurado evento.

 Fijó su nueva e ilimitada visión en un punto donde las emanaciones etéreas de color y formas disfuncionales eran claramente más copiosas. Se movió en torno a ellas pero éstas, no parecían cambiar de posición. Después, logró ver que parte de esa luz etérea que se movía a su alrededor creaba estelas, y abrigó la esperanza  de que esas imágenes representasen la energía pasada u originaria de las esencias.  Se dirigió a ella y comprobó que efectivamente se trataba de un secuela de movimiento que arrastraba a su vez otras anteriores y así sucesivamente. Lamentó no tener la claridad de visión desde la perspectiva tridimensional para poder comprender lo que ahora era capaz de observar, así como el tiempo y lugar en que se encontraría.

 Un tanto desilusionado decidió dar marcha atrás para volver a la imagen del Dr. Emmerson  y platicar con él de lo sucedido en ese pequeño lapso de tiempo.

Miró hacia lo que interpretaba como “atrás” pero todo era confuso, distante. Se movió rápidamente entre la luces y objetos deformes que se entremezclaban a su alrededor, pero sólo consiguió confundirse.

– ¡Doctor!, desconecte el aparato; algo anda mal por que ya no le veo- su voz le sonó a él mismo lejana e incomprensible.

– ¡Doctor! ¿Dónde está?…

– En la lejanía, una deformada nube de colores y e imágenes en movimiento le indicaban la posición del Dr. y la salida. Se apresuró a ella gritando desesperado:

– ¡Apáguelo, Doctor! ¡Apáguelo!

No podía sentir que se movía pero sabía que lo hacía, no obstante, aquel punto donde se ubicaba su tiempo, parecía viajar a una velocidad mucho mayor a la suya. Dejó de moverse dentro de aquella especie de inmensa esfera que era el universo visto a través de la cuarta dimensión. Volteó nuevamente; el panorama era extraño e irracional. No obstante, se volvió dispuesto a no quedarse perdido en aquel lugar, pero el punto de luz que era la confusa nube de imágenes y colores, había sido sustituida por otras radicalmente diferentes. Miró a un lado y a otro, arriba y abajo, a lo largo y ancho, hacia el mañana, el ayer y el ahora de aquel vasto espacio, buscando aterrado, el lugar por el que había venido. Sentía que el aire le faltaba y pronto notó que ya no respiraba.  Su entidad, perdida en el interior del universo de la cuarta dimensión, se estremecía al sentir la presión de la asfixia. Sin embargo, no moría. No necesitaba respirar.

– ¡Doctor!… ¡DOCTOR! – su grito recorrió los confines del tiempo y el espacio para perderse finalmente en el abismo de un universo paralelo.

En la tercera dimensión, su grito se adivinaba a través de sus desorbitados ojos, invariablemente fijos en un punto indefinido.

– ¡Raúl!- susurraba a su oído mientras daba un par de palmadas afectuosas.

– Debería haber una forma de poder ayudarlo- Se decía a sí mismo.

– No se atormente, está perdido – le dijo la enfermera que acababa de hacer su aparición en la habitación.

– Creo que esa es exactamente la palabra, “perdido”.

– No creerá que va a reaccionar después de tantos años, ¿verdad? – cuestionó la enfermera.

– No, creo que no.

– Pero no se preocupe, ha de estar tranquilo donde quiera que se encuentre inmerso – tras decir esto, la enfermera tomó la silla dd ruedas y la puso en marcha en dirección al pasillo que la guiaría al jardín.

– Espero que así sea – dijo sin convencimiento el Dr. Emmerson-. Espero se encuentre en el lugar que siempre deseó conocer .

 Se alejaron juntos por el pasillo platicando distraídamente, y de vez en cuando se dirigían a Raúl, pero ya nunca más obtuvieron respuesta, y es que, el torcido ser que transportaban, tan sólo era la confusa sombra de una vida perdida en el tiempo…, una imagen proyectada desde la cuarta dimensión.

Octavio C.