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NOTA IMPORTANTE
El lector ha de disculpar las omisiones o faltas de rigor histórico que pudiera encontrar en este libro, pero debe considerar que se trata de una novela de ficción, por lo que, más allá de lo que crea, y de algunos nombres propios que seguramente reconocerá (y que sirven para darle mayor fuerza al argumento), cualquier otro parecido con la realidad, es resultado de su propia imaginación o de una completa coincidencia..
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-La política, como la vida misma, es un juego en el que todos participan, pero en el que sólo triunfan los que entienden las reglas, y aún así, se atreven a jugarlo-.
Octavio C.
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CAPÍTULO 1
1
Sus párpados se abrieron como dos catapultas sincronizadas dejando desnudos sus ojos sin mostrar síntoma alguno de somnolencia a pesar de haber dormido tan poco. Su mirada permaneció fija en la blanca cortina de la ventana moviéndose suavemente al fresco viento de la mañana. ¿Habría sido él quien dejó la ventana abierta? Suspiró largamente… Había tenido otra vez aquél sueño placentero, y ahora, poco a poco, las imágenes, sonidos y el significado general del mismo se diluían en su mente hasta que, muy pronto, se perderían o confundirían dejándolo solamente con los ecos de una lejana trompeta dando toques marciales por sobre una multitud silenciosa y expectante… La figura indefinible de una bandera ondeando jugaba a confundirse con la cortina de su habitación, entonces, cuando creyó haber encontrado la respuesta escondida a ese sueño recurrente, un estridente “bip, bip” emitido por su reloj despertador borró por completo la idea que comenzaba a gestarse en su cabeza, obligándolo a sacudirse por el hormigueo en su piel a causa del repentino susto.
El reloj señalaba la llegada del día anhelado. Esa mañana, asistiría a la graduación y entrega de diplomas que lo pre-certificarían (pues aún faltaría salvar varios meses –tal vez años- de trámites burocráticos para obtener su título y cédula profesional) como Lic. en Ciencias Políticas y Sociales por la prestigiada Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), reconocimiento que llegaba a él con un retraso de varios años en los que, como todo buen joven idealista, se apartó de las aulas a fin de participar y hasta co-organizar los muy recurrentes desmanes, marchas, paros y actividades de protesta y desobediencia civil a los que en algún momento fue proclive. Aquellas épocas adolescentes, donde los niños dejan de serlo y entran al universo nuevo de la preparatoria o bachillerato, se prestaron bien para dar rienda suelta a un desenfrenado modo de vida donde el abuso del alcohol (y algunas otras sustancias menos legales) lograron seducirlo hasta embrutecerlo a niveles de no saber a veces ni dónde estaba, ni por qué estaba donde no sabía que estaba… Así acudió a sus primeras manifestaciones y, en igual estado alterado, propició estridentes guerras verbales contra indefensos profesores que no sabían como acallar las incongruentes vociferaciones de ese mocoso impertinente. Sin embargo, la paciencia, el cariño y el apoyo incondicional que recibió siempre de sus padres, lograron poco a poco hacer mella en él hasta que, un día, y sin explicación alguna, se despertó convencido de que todo lo que hacía era una pérdida de tiempo que sólo lo destruiría, y decidió recuperar el camino con un nuevo sentido de responsabilidad que iba más allá de lo social. Para sorpresa de todos; amigos, familiares y profesores, retomó sus clases ya con madurez y sentido del deber, logrando así algo más que salvar la escuela. Y en unas horas, con casi veinticinco años, Luis Enrique Hernández Zambrano, podría finalmente respirar tranquilo. Al fin “sería alguien”, alguien con voz y con personalidad propia, alguien que la gente escucharía y que, según le había prometido su amigo Rodolfo Escutia, podría lograr grandes cambios desde el Partido de la Izquierda Nacionalista, mejor conocido por siglas como el “PIN”, al que recientemente se había afiliado. Rodolfo le había asegurado que podría conseguir fácilmente trabajo de colaborador de lo que fuera, “por mientras”, en ese partido que junto con el PRD “Partido de la Revolución Democrática”, integrado a su vez por una reciente alianza de otros partidos de la misma corriente, creaban un frente amplio opositor a los “ultra derechistas” del Partido Acción Nacional “PAN”, y también a los antiguamente predominantes del Revolucionario Institucional “PRI”, aunque irónicamente se consideraran ahora, según ellos mismos, de “centro” y por consiguiente, mesurados y voluntariosos mediadores entre los pleitos de los dos polos extremistas.
Ese día acudió en compañía de su familia a recibir de manos del jefe de carrera su diploma ante el regocijo de sus padres. Por la tarde, tras la comida familiar que hicieran en su honor en un restaurante Vip´s cercano a su casa, se reunió con Rodolfo y ambos acordaron ir al día siguiente a buscar “chamba” a las oficinas del PIN ubicadas a un costado de la plaza de la constitución. Ahí le presentaría a Víctor, un camarada ya curtido que servía al partido. Llegó temprano, en metro, estación Zócalo. La plaza estaba sucia e infestada de manifestantes que seguramente habían pasado la noche ahí, en campamentos “improvisados” al no ser escuchadas sus demandas por parte de las autoridades. El inmueble del PIN ofrecía un panorama viejo y descuidado. Antes de entrar y subir las viejas escaleras circulares, un policía de la entrada le pidió que se anotara en un cuaderno con rayas irregulares hechas a mano. En aquél piso, destinado a la logística de eventos de oposición, cientos de jóvenes, en su mayoría de clase humilde, iban y venían cargando cajas repletas de folletos subversivos contra el gobierno, mientas uno de ellos, subido en una silla, daba voces de dónde debía ir las cosas con altaneras groserías. Luis, entusiasmado se dejó llevar desde el primer momento por aquella atmósfera de clandestina rebeldía que, comprendía, sería el inicio de una larga carrera en la oposición al gobierno que, aunque había dejado de ser opresor, seguía siendo corrupto e ineficiente. Rodolfo, o el “Rudo”, como le decían los que lo conocían en el PIN, al verlo llegar lo presentó con uno de los Líderes, el mismo que a gritos señalaba lo que debían hacer con las cajas, y quien sin bajarse de la silla, miró despectivamente al que consideró un “principito”. Su cara limpia y pálida de rostro sereno e imberbe coronado por cortos y bien peinados cabellos castaños le parecieron extrañamente sospechosos, aún más incluso que sus profundos ojos cafés que lo observaran con fijeza mientras él, a su vez, lo escudriñaba lentamente, como quien ve de pronto entrar a su casa a un vagabundo.
– Qué onda we- saludó Rodolfo levantando el puño para chocarlo con el de su amigo -. Mira, éste es el Quique Hernández, un guey bien a toda madre… todo un soldado.
Víctor bajó de la silla y continuó barriéndolo como tratando de identificar en su cuerpo el origen de alguna pestilencia, luego acotó:
– Mhh, pues tu chavo está muy limpio y muy blanquito para ser soldado…
Rodolfo rió y Luis Enrique sonrió al no saber que otra cosa hacer o decir.
– ¡Nombre!, si no está chavo, es sólo dos años menor que yo… pero no te dejes engañar, el tipo es recio, y tiene don de mando, no sabes, es bien loco el cabrón, con decirte que hasta le regalaron su título en la «Uni» con tal de que le llegara definitivamente de las aulas…
Víctor y Rodolfo rieron a sonoras carcajadas… Luis sólo negó apenado con un movimiento de cabeza, pero sin decir nada.
– A chinga, ¿o sea que hasta titulado está el cabrón?
–¡A huevo! Te dije que nos serviría para jalar más banda de la chida, de la universitaria, porque tanto piche indio y muerto de hambre no nos está haciendo el paro guey…
–Eso si… – aceptó el otro agarrándose los cabellos de la nuca-. ¿Y a poco si eres tan cabroncito como para ayudarnos a movilizar banda de la «Uni»?
–Depende para que haya que movilizarla – apuntó Luis, precavido…
–¿Para qué? – se sorprendió Víctor-. Pues para lo que sea mi chavo, cómo que para qué… la banda debe estar lista siempre pa lo que le digamos.
– Si Vic, no mames, él lo sabe te está tirando carrilla, ¿verdá tú? Si a éste guey te digo que casi lo corren tres veces por revoltoso en la prepa, era todo un hijo de puta…
– Ah ¿sí?, que chingón, es que no mames, neta que te vez bien burgués cabrón, digo, sin ofender… sólo falta que me digas que hasta se vinieron en el puto carro de su papa al centro, ¿he? pinche Rudo…
– ¡Ay no mames!, en «metrito» valedor, como el buen pueblo.
– Che Rudo… pues cámara, bienvenido, y ojalá que se te quite esa pinche aura burguesa cabrón, porque aquí la banda esta bien pesada y nomás huelen algo que se parezca ligeramente a rico, y se lo chingan ¿eh?
– Qué paso, qué paso- Se defendió por primera vez el aludido- Soy raza mi hermano, mis jefes son empleados y vivimos en una unidad habitacional, en un pequeño depa del infonavit que seguramente terminaré de pagar yo en veinte años…
– Cámara, tranquilo, no hay pedo, sólo cuida tu apariencia carnal, tenemos que mantener una imagen, ya sabes…
– Oye ojete – interrumpió Rodolfo-. ¿Te vas a discutir con una lana o que pedo?
– No guey, aún no nos llegan los “apoyos”, ya sabes como son estas mamadas, están detenidos, esperando que se repartan bien los puestos chidos, pero en cuanto nos llegue algo, ya sabes…
– ¡Chale!
– Usté tranqui valedor, que estoy negociando cosas chidas… Mejor, mientras muéstrale al burguesito las instalaciones y pues de un ave que se integre al equipo “Delta” ¿no?, que los acompañe a la protesta de al ratito, ¿cómo ves? No le dará frío ¿o sí?…
– No, no, está chido – Contestó Rodolfo por el otro-, no hay pedo, ahora vemos eso ¿verdad tú?
Luis asintió un poco desconcertado, y tras despedirse iniciaron el recorrido.
Era un área muy grande llena de pequeños cubículos y oficinas. En cada una de ellas se veía a jóvenes atareados en actividades no del todo claras, pero Rodolfo le iba explicando:
– Estos pendejos de ahí, se dedican a leer los periódicos y revistas en busca de información que nos permita encontrar algún pretexto para atacar o contraatacar… Ya sabes, noticias alteradas, infamias, verdades, o cualquier pendejada que nos parezca que merece la pena ser usada contra el puto gobierno. Lo hacemos con operaciones hormiga, desde Internet, revistitas, folletos etc. Esos cabrones de allá se dedican a meter nuestra información en todos los medios posibles día y noche. Éstos otros se dedican a correr los chismes entre la población para que estén enterados de cómo va el pedo y para que estén listos pa cuando haya marcha o plantón. Aquellos que están al teléfono, son los que contactan a los diferentes miembros del partido para que se mochen con una lana o nos apoyen con lo que puedan… Ya sabes, diputados, senadores, alcaldes, delegados etc., todos lo que ya llegaron a puestos chidos y que deben al partido su huesito. Y como ya sabrás, no faltan los que se sienten cacas grandes y se deslindan de quien los vio nacer y se cambian del partido, a esos cabrones en especial, los tenemos bien chocaditos y siempre que podemos les hacemos desmán en su casa u oficinas o filtramos información (verídica o no) entre el círculo de políticos para desprestigiarlos. Las calumnias funcionan re bien, no sabes, basta sacar un chisme y todos caen, a veces sólo los hacemos pasar corajes, otras truenan… Estos que ves allá abajo, son los jefes de bandas bien pesadas en los barrios de tepis, a esos les tocó venir hoy, y como ves, se arrastraron un chingo de banda… son los que vamos a llevar a la marcha de al ratito… a veces nos movilizamos con los taxistas, o los de los mircrobuseros, pero ahí esta más cabrón, porque esos gueyes del gremio del transporte público si nos cobran bien caro por su presencia los muy ojetes…
– ¿Cómo que les cobran? No manches… ¿qué no lo hacen por inconformarse contra el sistema?
– ¡Ay… no mames pinche Quique! A esos culeros les vale madre…, los dueños de las flotillas ganan un barísimo. Nomás buscan mayores concesiones de rutas y mejores precios de pasaje, que no les saquen de circulación sus pinches vehículos chatarra y mamadas así, entre los líderes se reparten el pastelote. Nombre si son unos super hijos de la chingada, pero vieras que buenos son pa los desmadres… Nomás les dices: les damos tantas rutas y tantas nuevas licencias y zas, te cierran cualquier avenida que quieras. Ah mira, esa vieja que ves ahí es una de las delegadas… No mames no sabes el poder que tiene esa vieja en su delegación. Se está haciendo millonaria extorsionando comercios y a los pinches antros de mala muerte, pero, obvio, como todos quieren seguir operando, se caen con su lanita mensual. Les sale mas barato que tratar de obtener un permiso legal que desde luego, se les retrasaría, y hasta negaría, porque así es más negocio… Esos chavos de allá atrás, son los que todos los días reparten la propaganda del partido, son chidos y casi no nos cobran nada, porque como en su mayoría son niños de la calle, con un pinche lonch quedan bien servidos… Este puto de aquí adentro, es, junto con otro más puto que él, quien diseña toda la propaganda… Ah y mira, en ése piso alto están los cerebros de todas las operaciones del partido. Esos gueyes son los que organizan todo el pedo, ellos saben bien que hacer y calendarizan las actividades en base a los eventos que saben que van a tener los secretarios de gobierno, y hasta el presidente, para irlos a chingar y que no se sientan tan a sus anchas, los muy pendejos.
– Oye guey… – le interrumpió Luis -. ¿Y no hay nadie de esta gente que venga porque realmente está interesado por hacer cambios en el país? Porque toda esta banda…
– Ya te dije que no mames Quique, ya déjate de pendejadas. Todo es negocio, la banda viene por la chamba, y como ahora no hay tanto pedo en hacer desmadre, pues la chamba es de desmadrosos y no sabes las divertidas que nos damos. Es más, hoy te toca carnal, así que alístate…- Un joven de alrededor de 18 años, vestido como “cholo” se acercó-. ¡Ese mi Sombras!… aquí te encargo a este carnal para que lo lleves… Listo mi quique, vete con ese guey, él te dirá que hacer…
Así se fue como Luis Enrique, de la mano del “sombras” (un delincuente juvenil al que se le adjudicaban por lo menos diez homicidios, el primero cometido a los doce) y otros cien personajes, casi todos jóvenes sin hogar o del barrio bravo de tepito, famoso en todo el país por ser uno de los lugares más inaccesibles para la policía, y al mismo tiempo, el más accesible para todos aquellos amantes de los artículos de contrabando al mejor precio, piratería, mercancía robada, drogas, pornografía, armas, falsificaciones de todo tipo, vehículos, contratación de sicarios adolescentes (como el “sombras”), prostitutas (de todas edades y nacionalidades) y muchos otros etcéteras más, había en ese pintoresco barrio donde hasta gente honesta y trabajadora se veía circulando entre sus calles como si nada pasara, con sus bolsitas negras llenas de objetos, que en otro lado costarían el doble o el triple, subieron a tres camiones del sistema de transporte de la ciudad y se dirigieron a la Secretaría de Gobernación, donde minutos después bajaron al grito de <<¡liberen a presos políticos, NO al gobierno represor!>> mostrando cartulinas escritas por otras personas que contenían nombres de gente que en su vida habían escuchado, pero que tenían la consigna de agitar y gritar durante por lo menos tres horas, antes de osar regresar por su pago: una playera, un refresco, una torta y cien pesotes para cada uno de ellos por el esfuerzo.
Aquella vez primera, Enrique comprendió que algo andaba mal. Dos veces le obligaron a gritar junto con ellos y el lo hizo por momentos, pero una y otra vez calló al sentirse estúpido y fuera de lugar. Los policías del cuerpo de granaderos, apostados alrededor de la Secretaría, permanecieron impávidos ante la grosera presencia de los jóvenes, aún y cuando varios de ellos iniciaron actos de vandalismo destruyendo algunas jardineras y haciendo pintas en el suelo, paredes y cristales de los alrededores. La prensa acudía al hecho con la tranquilidad que les daba el saber que aquello era uno más de los actos circenses de protesta, tan anunciados como ineficaces, que ya ni servían para llamar mínimamente la atención de un pueblo hastiado hasta la médula de escenitas lamentables como esas, que para lo único que servían era par hacerles llegar tarde a sus respectivos trabajo y hogares.
Cuando cayó la tarde y el “Sombras”, que daba voces con la ayuda de un altoparlante repitiendo y repitiendo una letanía que era la misma con que vociferaba en cada evento sin siquiera saber que era exactamente contra lo que protestaba, decidió que por ese día era suficiente y organizo una rápida desbandada de regreso a los autobuses adornados con grandes mantas con palabras multicolores que desde hacía exactamente tres horas atrás mantenían bloqueada la calle de Bucareli, contigua a la Secretaría.
Antes de subir al camión, observó en dirección al edificio público que acababan de ensuciar con sus pintas y propagandas y notó que un ejército de trabajadores comenzaban las labores de limpieza al tiempo que los granaderos se retiraban… Esa gran y descarada farsa le consternaba, pero cuando regresó al edificio del partido, su consternación pasó de moderada a severa, hasta que degeneró en depresión. Su amigo Rodolfo ya se había ido, pero Víctor lo recibió con una enorme sonrisa.
– ¿Qué tal? Estuvo leve ¿no? – cuestionó divertido de mirarlo tan serio-. No te preocupes, esta fue nada más de calis para que vieras como está el pedo, la chida será dentro de una semana, pero voy a necesitar que te comprometas a por lo menos juntarme mil cabrones que nos acompañen a una gran marcha. Pero necesito universitarios de verdad guey. Ve viendo como carajos les lavas el coco para jalártelos… Vamos a manifestarnos por la mamada esa de que regrese el pase automático de la prepa a la uni, así que no vas a tener tanto pedo… Por cada cabrón universitario que me traigas te voy a dar diez pesitos, así que ahí tu sabes papá… cuento con ello ¿va? Los anotas a todos en una lista con su nombre y teléfono y dirección y que te firmen los pendejos, y de ser posible que te saquen todos una copia de su credencial para ingresarlos al partido y tenerlos en la reserva… Bueno, me voy, tú también vete si quieres, ya no hay nada que hacer por hoy… ah, pero déjale tus datos a la gorda esa de allá, es mi secre… es pa la madre esa de la nómina ya sabes, y como en unos días ya es quincenita, ya te va a tocar tu primera lanita ¿cómo ves? Chingón ¿no?… bueno ahora si ya me voy porque me quedé de ver con mi vieja… ahí te ves… te encargo lo de los universitarios cabrón… Luis Enrique se quedó parado en medio del pasillo sin saber ya que pensar. Por un momento la idea de conseguir mil chavos de la universidad no le pareció tan complicada, y por diez mil pesos, hasta valdría la pena.
Una semana más tarde, acudió a la gran marcha estudiantil acompañado de más de dos mil universitarios y bachilleres, quienes guiados por alguien que no conocía, pero que identificaba como “de adentro” del PIN, iniciaron bloqueos a calles principales, pintas y desmanes que por alguna razón, hasta para él inexplicable, no fueron reprimidos. El éxito de aquella marcha le valió ganarse la confianza de Victor, quien dejó de verlo como bicho raro y hasta se sintió cómodo a su lado. Con su despreocupación característica, permitió entonces que Luis Enrique permaneciera en su oficina durante algunas reuniones que sostuvo con altos mandos del partido, donde pudo ser testigo de negociaciones de espacios públicos para ambulantes mediante la tradicional mordida, concesiones a líderes de taxistas y microbuses y muchas otras corruptelas del estilo en otros sectores. Pero lo que más lo impresionó fue que tuvieran nexos con delincuentes peligrosos, narcotraficantes, secuestradores, ladrones y asesinos a sueldo que de alguna manera incomprensible se encontraban dentro de la nómina y bajo la protección de algunos miembros importantes del partido (como el mismísimo “sombras” que para colmo, se enteró que era sobrino de una de las pesadas del partido). Estos sujetos, obviamente ayudaban a mantener el control de sus “asuntos”, y algunos de ellos ocupaban puestos públicos desde donde aparentaban una honestidad y sentido de responsabilidad para con el pueblo tal, que horrorizaría a quien pudiera conocer la verdad. El shock que le provocó aquello le impidió seguir actuando indiferente, hasta que un día simplemente, tras una discusión menor, tomó sus cosas, y se fue.