Lo que el hombre común llama “amor”, es sólo una palabra que nos permite referirnos a un sentimiento que no comprendemos en realidad. El amor, es en esencia, aquello que nos diferencia de otros animales, pues representa el más elevado estado del pensamiento humano al requerir un desarrollo sublime del entendimiento y de la capacidad de percibir el mundo y aceptarse parte de él. Es todo lo opuesto al egoísmo y la vanidad, a la ambición, la envidia o la maldad.
Sin embargo, para la persona común, el amor es encrucijada y paradoja a un tiempo. Genera poderosas sensaciones que de igual forma afectan cuerpo, mente, sensaciones, pensamientos, reacciones y palabras, convirtiéndose en un motor incuestionable que motiva e inspira, pero que frecuentemente se vuelve fuente de tormento, desesperanza, vacío y frustración. Es en sí mismo, fuerza y debilidad, lucidez y ausencia total de juicio, encuentro, pérdida, desconcierto, alegría, dolor y desesperación. Es motivo de vida de los hombres, la respuesta a todas las preguntas y tal vez la única razón válida para existir, pero también es pretexto para matar y una poderosa justificación para morir.
«Lamentablemente el amor también es motivo de lucro, mercancía de los viles o pretexto para el sometimiento y la manipulación.»
Lo es todo cuando se tiene, pero no es nada que uno pueda exigir o someter a consideración. Es deseo inalcanzable de muchos, satisfacción de pocos y misterio de todos. Lamentablemente el amor también es motivo de lucro, mercancía de los viles o pretexto para el sometimiento y la manipulación. El hombre aún no ha sabido comprender su significado y lo ha convertirlo en un artículo asequible al mejor y más espléndido postor. Ha condicionado su uso, y en la mente de las personas se ha tergiversado su esencia y valor. Le han dado formas, texturas y olores específicos, lo que hoy día impide a muchos verlo con el alma o escucharlo en el corazón.
Toda esa contradicción es ejemplo y evidencia de todo lo opuesto al amor. Cuando se siente frágil y embustero, escurridizo, inestable y traicionero es porque se le confunde con el calor de la pasión. El amor es esencia empatía, afecto, fuerza y emoción, y se desprende o lo produce todo lo que se mueve y hasta lo inerte. El amor no está en nosotros, no nace de nosotros, el amor no somos nosotros, se encuentra en todo lo que existe a nuestro alrededor; en el frío y en el calor, en lo vivo y lo que parece muerto, en lo visible, lo invisible y en cada átomo que crea o desata destrucción. Son nuestros sentidos los que los sienten y lo convierten súbitamente en fortificante o debilitante sensación, y es nuestra mente quien interpreta y asume lo que los sentidos sienten, y que casi siempre confunden con amor.
El amor es la vida, no es compañía, dependencia, gusto ni pasión. El verdadero amor sobrepasa las emociones comunes, pues es infinitamente mayor a su comprensión. Es por ello que, entre las personas, sólo alcanza a ser un intenso cariño que deviene de la convivencia, del afecto, de la atracción, el deseo, la costumbre, y sobre todo, de la egoísta necesidad de atención. Y es que para el hombre, eso es suficiente, y eso espera que le resuelva el amor.
A veces un rostro o una figura hermosa, suave, voluptuosa o musculosa, un olor agradable o un acto admirable provocan en la mente de los hombres sensaciones que de inmediato suponen que es amor. Otras tantas surgen de las interacciones filiales, donde erróneamente se da por hecho, que las relaciones entre familiares esta sólidamente unida por el amor.
Pero… ¿cuántas veces ha pasado que aquello que creían eterno, por llamarlo amor, se acaba súbita o paulatinamente ensuciándose obscenamente con violencia, desprecios, injurias, pleitos, gritos, odio y desesperación? Todas, o casi, pero ¿por qué? porque en realidad están confundidos y han dejado de construir y luchar por la convivencia, obviando todo en base a suposiciones en términos del amor. Pero no. El amor no depende de los inestables, débiles y efímeros sentimientos humanos y mucho menos de sus precarios e insulsos ideales, el amor no se aburre ni vacila cuando la economía falla o se comete una grave falta, mucho menos cuando el cuerpo se afea o la pasión y el deseo por otros se desata. El amor trasciende esas patrañas, es algo sublime que de arreglos terrenales e intereses mundanos no sabe nada, pues su esencia es la vida en su lucha contra la muerte, donde la primera desequilibra a la segunda que no se mueve.
«…hay que aceptar que el amor es tan sólo una falacia y una idealización de nuestras esperazas sobre las relaciones humanas,»
Por ello, siempre será bueno recordar que el amor es lo que nos da la vida y nos la quita, pero no por que sea mala, sino porque morir forma parte del ciclo de la vida.
Que el “amor” es energía que alimenta y da fuerza a la naturaleza, por lo que no debemos confundirlo con nuestras extrañas y siempre interesadas relaciones humanas.
Que está más allá de nuestro egoísmo y de nuestra caridad, pues no es algo que por nosotros mismos podamos dar.
Que mal hace el que cree que no lo tiene y espera que alguien o algo se lo pueda dar.
Que al estar en todo, lo único que deben hacer los hombres se esforzarse por vivir y gozar, pero tratando de no hacer sufrir o dañar a los demás, y que por más que se intente, el amor nunca será algo que podamos provocar ni controlar.
Pero sobre todo, hay que aceptar que el amor es tan sólo una falacia y una idealización de nuestras esperazas sobre las relaciones humanas, para que así podamos finalmente volver la mirada hacia las personas que nos acompañan y cuyo cariño, confianza y apoyo constantes deben ser valorados como lo que en verdad son: los cimientos que fundamentan sobre los que se construyen nuestras vidas.
A ellos hay que entregarse y dedicar nuestros empeños, pues eso nos asegurará ganar en satisfacción y alegría, lo que en tristeza se garantiza por la decepción que causa la idealización. Sólo entonces tal vez las personas puedan darse cuenta de que, lo que han logrado es fortalecer y consolidar una relación basada en el sincero compromiso que surge de la confianza, el afecto y la comunicación constante, y que con ello, se habrán acercado en mucho a la verdadera esencia del amor.
Hay que reconocer que el amor existe y sí, lo es todo, pero en el humano se deforma en un intenso estado emocional de necesidad llamado enamoramiento, el cual, como cualquier otra droga, no es sino una burla para los sentidos que engaña y estimula aquello que en sí mismos no pueden encontrar, provocando una falsa sensación de felicidad.
Octavio C.