(“Un fantasma se cierne sobre el mundo: el populismo” (Ionescu y Gellner, 1970: 7)

Cada vez es más frecuente escuchar sobre el populismo en distintas partes del mundo, pero ¿qué es exactamente? ¿Por qué algunos ciudadanos siguen con devoción religiosa al líder populista y otros se oponen férreamente a él? ¿Qué implicaciones tiene para las naciones que lo adoptan?

El “Narodismo” (populismo) surgió en la Rusia de mediados del siglo XIX como un movimiento ético-cultural de ideólogos demócratas como A. Herzen, quienes trataban de evitar la censura y la separación entre los sectores populares (campesino y obrero) de las élites políticas y aristocráticas. Como concepto ideológico, nace poco después de las teorías socialistas y comunistas que Marx y Engels plantearon a mediados de ese mismo siglo (Manifiesto comunista-1848) y se fincó en la idea de que no debían existir divisiones entre lo que unos y otros podían conocer u obtener, pero, además, estos movimientos pugnaban por que los trabajadores conservaran sus tierras y se manejaran por autogestión, es decir, sin patrón, constituyéndose democráticamente en cooperativas de productores, lo que se oponía directamente a la tendencia centralizadora y materialista del capitalismo.

En esencia, el populismo se trata de dar prioridad a las necesidades del “pueblo” por sobre los llamados “acaparadores de la riqueza”, esto como respuesta al imperialismo y su capitalismo salvaje, lo que hizo surgir la idea de que la sociedad se divide en dos grupos; por un lado, la élite política y económica corrupta, empeñada en conservar sus privilegios y costumbres de sometimiento y explotación sobre el otro grupo, el “pueblo bueno”, un mayoritario sector de la población conformado por obreros y campesinos, a quienes se les idealizó adjudicándoles un carácter de elevada moral por considerarlos la base de la sociedad y los auténticos productores de la riqueza.

Desde luego, estas ideas cayeron en el terreno fértil de esa inmensa mayoría de trabajadores efectivamente explotados, cansados y molestos de no ser valorados y que hasta ese entonces no comprendían la verdadera importancia de su labor dentro del sistema económico. Y como es natural, el descontento dio pie al surgimiento de furiosos líderes que, en representación de esos sectores productivos ignorados, comenzaron a alzar la voz con fuerza, propiciando toda una nueva revolución en cuanto a la organización política y económica mundial.

Desafortunadamente, y como consecuencia de la “aclamación popular”, que se explica por el endiosamiento que un enorme grupo de personas desesperadas hacen de otra que con su carisma y elocuencia los convence de que será su voz, “protector” y “benefactor”, el líder populista llega a pensar y sentir que él mismo representa la voluntad de todo una nación, cuando en realidad solo se concentra en las necesidades de la parte oprimida o vulnerable, no de los que considera “privilegiados”, lo cual constituye uno de los principales inconvenientes del populismo, que está teñido de matices paradójicamente discriminatorios, similares a los que motivaron su molestia, pero en sentido inverso. Y no obstante parecer un contrapeso natural, suele tener serias implicaciones, pues aunque se autoproclama como una ideología en favor de los muchos, no de unos pocos, considera que sólo son buenas personas las que cubren ciertas características como: ser un trabajador asalariado, ser pobre (o al menos no ser rico), estar desempleado o ser ignorante, pero sobre todo, ser fiel a las ideas “comunistas o socialistas” del líder. En este sentido, una persona educada, con estudios y posgrados en el extranjero, un empresario modesto, un hombre rico que haya dado empleo a miles de personas durante toda su vida, o simplemente las demás personas comunes: obreros, comerciantes, trabajadores, inversionistas, comunicadores, profesionistas etc. que no estén de acuerdo con las ideas populistas, se convierten inmediatamente en “conservadores” o enemigos del cambio que supone el beneficio para el “pueblo” en general, olvidando así que todos ellos, también son parte integral de ese pueblo al que pretenden “salvar”.

Seamos claros. El populismo, como ideología o teoría tiene poco de censurable, pues actualmente nadie sensato podría estar en desacuerdo o ignorar que los obreros y trabajadores son sumamente valiosos para la industria y la economía en general y deben ser respetados en sus derechos laborales, remunerados adecuadamente y tratados con justicia, no ser discriminados y, como cualquier otro ser humano, tener la posibilidad de obtener y disfrutar de todo lo que la vida puede dar, derivado de su esfuerzo. Sin embargo, en los hechos, el populismo es claramente solo demagogia, o sea, mentir, criticar, engañar y manipular.Lamentablemente, esta corriente puede ser tanto de izquierda como de derecha, de países ricos como pobres, pues se trata únicamente de decir lo que la gente necesitada o disconforme quiere escuchar, aunque no necesariamente signifique hacer lo que se dice con tanta vehemencia.

Normalmente, el líder populista de países pobres o en desarrollo suele mantener a su pueblo en crisis político-económica permanente a fin de mantenerse vigente y necesitado. Se presumen como absolutamente democráticos, pero incurren en manipulaciones evidentes de control de la población a través de dádivas, utilizan al ejército como “aparato de control social” o incurren en simples amaños electorales. Al final, el populismo suele derivar en autoritarismo, pues la fuerza de un líder carismático como figura suprema, se vuelve necesaria para mantener la idea de control y “destino” ante una oposición de tendencia liberal, la que, desde su punto de vista, prefiere mantenerse en el libre mercado para perpetuar un capitalismo que, desde esa visión, solo enriquece a unos cuantos.

En ocasiones, el populismo llega a tener aún más graves consecuencias, sobre todo cuando pierde su esencia de igualdad social y se convierte en un asunto clasista o hasta racista. En países desarrollados, suele llegar a confundirse con conceptos nacionalistas radicales que en la historia han provocado las más terribles catástrofes humanas. Se trata de la idea de que un pueblo, solo uno, el que señala el líder, cuenta con la absoluta verdad, nunca se equivoca y es íntegro, por lo que los demás son enemigos que hay que desterrar o eliminar. La idea beligerante de atacar y señalar como “enemigos” a los que difieren de sus ideales, produce resentimientos y sentimientos de odio que se traducen invariablemente en violencia (verbal o física), y la violencia genera aún más violencia e incrementa las divisiones ideológicas hasta desatar conflictos o hasta guerras donde todos los integrantes del pueblo se enfrentan a sí hasta la muerte solo por defender las ambiciones de un líder obsesionado con el poder que ha perdido de vista la verdadera misión de serlo: la equidad socio-económica.

Es claro que entre mayor es la desigualdad en una nación, más fácilmente se puede sembrar la semilla del populismo y la discordia, pues la idea de que todos puedan tener más distribuyendo entre muchos la riqueza que acumulan solo unos pocos, es muy atrayente. Sin embargo, hasta en países desarrollados, con menor divergencia social, existen las ideas socialistas o populistas derivadas de la necesidad de mejorar siempre las condiciones laborales y de paridad de su clase trabajadora.

Al final, la diferencia entre socialismo y populismo son las acciones directas que cada una emprende en beneficio de la población. Mientras el socialista busca esa igualdad y logra hasta cierto punto nivelar la balanza ofreciendo al trabajador mejores condiciones económico-sociales de acuerdo a su desempeño y esfuerzo, es también flexible en cuanto a que se adapta a diferentes sistemas de organización política, como la democracia parlamentaria (Noruega, Reino Unido), centralizada (China) y participativa (Venezuela, Cuba, Bolivia). En cambio, el populista solo promete que realizará las mejoras mientras se enriquece inconmensurablemente a sí mismo y a su corte de aduladores y familiares. En estos casos, el gobierno busca asumir el control de todos los órganos del Estado y concentra en éste toda la riqueza para luego ofrecerla, a cuenta gotas, a los sectores que lo apoyan o solo cuando le conviene y le beneficia políticamente. En este sentido, el populismo se encuentra peligrosamente más cerca del comunismo, ya que plantea al Estado como el eje rector y propietario de todos los medios de producción para luego distribuir la capital a su consideración sin importar el desempeño, el esfuerzo individual o hasta si produce o no la persona. Lo curioso, es que aunque la idea original del comunismo plantea la necesidad de acaparar todo el poder en un partido único para que, tras la eliminación de las clases sociales, se forme un sistema de gobierno regido por la voluntad directa del pueblo, esto jamás se ha logrado en toda la historia cuando se ha intentado y la razón es muy simple, el ser humano es diverso, voluble y tiene necesidades, ideas, capacidades, sentimientos e intereses diferentes, por lo que pretender que debe existir un padre que dicte qué hacer, cuándo hacerlo, dónde hacerlo y cuánto debes obtener por ello, a pesar de lo que el otro quiera o necesite, simplemente está destinado al fracaso.

Por todo lo anterior, no es aventurado concluir que el populismo se presenta como una deformación corrupta del ideal socialista, o dicho de otro modo, se maneja como comunismo disfrazado de lucha social, es convenenciero, manipulador, autocrático y distópico, que en el peor de los caso podría incurrir hasta en ideas nacionalistas y fanáticas que pondrían en peligro la seguridad y las libertades del pueblo al que fingen proteger.

En este sentido, la única solución ante el populismo debe ser abandonar el egoísmo y la avaricia para adoptar una vía crítica y tolerante de auténtica igualdad y libertades apoyada tanto por el gobierno como por las organizaciones civiles y la clase económica. Ver por los menos afortunados, la población en riesgo y mejorar las condiciones educativas, económicas, sociales y de seguridad de la población en general debería ser desde luego la prioridad máxima del Estado, quien a través de los diferentes órganos de gobierno debe ofrecer y garantizar la satisfacción de sus necesidades básicas y ser un árbitro que cuide que los sectores económicos y productivos, que deben seguir siendo siempre privados, ofrezcan las mejores condiciones a sus trabajadores, sin coaccionar, imponiendo reglas claras y justas, pero también apoyando y reduciendo impuestos que faciliten la actividad productiva para estimular y justificar un aumento salarial que incremente el consumo y el bienestar.

Siendo honestos, la igualdad de toda una población es imposible, no somos hormigas, pero en un país de libertades y oportunidades, donde se estimule el desarrollo personal y el crecimiento económico con base en el trabajo y la productividad, se puede lograr una mejor y más justa distribución de la riqueza, pues ésta quedaría determinada por el esfuerzo individual de cada quien, procurando, eso sí, que existan las mismas oportunidades para los menos favorecidos. Esa debe ser la función del Estado. Cuando un gobierno cumple su misión, el líder deja de ser más importante que su pueblo, pierde relevancia y se convierte en lo que debe ser siempre, un engranaje más en la compleja maquinaria administrativa que supervise y apoye para que todo siga su curso en beneficio de toda la nación.

O.Castro


– Glosario básico –

Autocracia: Sistema de Gobierno que concentra todo el poder en una sola persona a la que se le idealiza y, en ocasiones, se le adjudica carácter divino, por lo que sus acciones no están sujetas a ninguna ley, restricción ni control popular. (Ejemplos: Monarquía absoluta o Dictadura)

Autoritarismo: Ideología y régimen político que se funda en la autoridad de una persona o grupo minoritario que no admite crítica y es contrario a las libertades individuales.

Capitalismo: Sistema de organización socio-económica basado en el libre mercado para la obtención de beneficios (riqueza), la propiedad privada y el desarrollo económico a través de la producción sin contemplar el bienestar del pueblo. Se opone a la intervención del gobierno en asuntos económicos, pero se basa en la liberta de los sistemas democráticos.

Comunismo: Sistema de organización socio-económica caracterizado por la eliminación de las clases sociales y la inexistencia del Estado. Los medios de producción se vuelven propiedad común del pueblo a través de un partido único que se encarga, a manera de cooperativa de distribuir la riqueza. Es antidemocrático por naturaleza, por lo que suele ser dirigido por un líder autócrata.

Conservador: Corriente y persona cuya posición política es de centro-derrecha o derecha y que usualmente favorece las tradiciones y el estatu-quo de las cosas y oponiéndose los cambios sociales, políticos y económicos radicales, por lo que se considera opuesto al “progresismo”.

Demagogia: Estrategia política de comunicación que busca obtener poder político a través de la retórica para desinformar o manipular a la población haciendo uso de sus ambiciones, esperanzas, prejuicios, miedos y emociones.

Democracia: Forma de organización social y política de los Estados donde el poder político de sus gobernantes se obtiene haciendo uso de mecanismos de participación del pueblo a través de consensos y mayorías, lo que, en teoría, brinda legitimidad a sus representantes.

Liberalismo: Doctrina política, económica y social que defiende la libertad del individuo y la intervención mínima del Estado en los asuntos sociales y económicos pues solo debe enfocarse en administrar.

Nacionalismo: Ideología y movimiento socio-político que apela al sentimiento de identidad nacional y a la auto-determinación política. Estimula un sentimiento de orgullo para su población promoviendo la superioridad moral, cultural y de raza, lo que propicia discriminación y racismo. 

Populismo: Ideología o tendencia socio-política enfocada en la defensa de las clases populares. Se funda en la premisa de que el pueblo obrero y campesino es explotado y censurado por las élites económicas y busca la igualdad de condiciones. Suele tener connotaciones negativas por considerarse una forma de manipulación y engaño político que tiende más al comunismo y la autocracia.

Socialismo: Teoría, filosofía política y sistema de organización socio-económica, enfocada en reducir la desigualdad social mediante un Estado que controle la economía a través de la autogestión de los trabajadores de los medios de producción o de programas públicos en beneficio de los más necesitados. Es flexible y se adapta diferentes corrientes democráticas.